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El más difícil todavía

250 árbitras luchan en España contra los prejuicios, el machismo y las exigencias físicas

Juan Morenilla

'Es casi imposible abrirse paso en un mundo de hombres'. Carolina Doménech, de 26 años, es la mujer que más alto ha llegado en el arbitraje español: es árbitra de Segunda División B, fue asistente en un Espanyol-Deportivo de Primera en febrero de 1999 y dirigió un Madrid-Atlético amistoso el pasado enero. Pese a ello, medita dejar el arbitraje porque entiende que, 'quizás', no asciende a Segunda A 'por ser mujer'.

Carolina es sólo la punta del iceberg, la cabeza visible del más difícil todavía. 250 mujeres pitan encuentros de fútbol en España, una minoría en relación al número total de colegiados (10.225), una media del 3,32%. La Liga española, carente de colegiadas en Primera y Segunda A, cuenta con Doménech en Segunda B y con cuatro árbitras más en Tercera División. El resto sobrevive en las categorías inferiores, soportando prejuicios, comentarios machistas y el lastre de las pruebas físicas.

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España posee tres árbitras (Carolina Doménech, Rita Ruiz y Paloma Quintero) y cuatro asistentes internacionales. 'Nuestro nivel es bueno. Lo que en España no se valora nada lo aprecian fuera', se queja Rita Ruiz, que en junio de 2001 estuvo en la fase final de la Copa de Europa de fútbol femenino, en Alemania. Todo un éxito. Pese a ello, Rita, canaria de 36 años y una de las primeras internacionales, junto a la valenciana María José Alcántara, no pasa de Tercera. 'En Suecia o Noruega el fútbol femenino llena los estadios de mujeres. Aquí estamos a siglos de eso', comenta.

Como Rita, muchas árbitras sufren los innatos problemas del arbitraje y unos cuantos más por ser mujeres. 'Las dificultades se multiplican para ellas. En el fútbol base se ve el machismo puro', dice Juan José Martínez, secretario del colegio riojano. 'Estamos algo vetadas. Chocamos con un mundo de hombres', añade Paloma Quintero, policía municipal de 30 años y colegiada de Tercera. Un mundo en el que abundan los insultos sexistas, como 'vete a fregar', 'a la cocina' o 'mujer tenía que ser'.

Insultos procedentes incluso de las propias mujeres. Según María de los Ángeles Negrín, árbitra tinerfeña de Tercera, 'la rivalidad entre mujeres es exagerada, peor que entre los hombres'. 'Me dicen 'vete a fregar la losa' o 'ésta viene a ligar con mi novio'. Los chicos se asombran y les dan las fichas a mis asistentes chicos', añade. Incluso hay colegiadas que prefieren pitar fútbol masculino que femenino. 'Las mujeres te dicen de todo', dice Pilar Guerra, de 20 años, hija de colegiado y árbitra de Primera Regional en el colegio castellano-leonés. Su caso tiene un enorme mérito. A los 16 años fue agredida por el entrenador de cadetes del Laguna, estuvo varios meses de baja y casi lo dejó, pero se repuso: 'Según él, no sabía que yo era una chica'.

También están los padres, reacios a que a sus hijos les pite una mujer. O los mismos jugadores, que 'alegan mucho más para presionar'. En cuanto a los colegios arbitrales, algún empleado confiesa que mandan a las chicas a 'partidos más fáciles' o esquivan a los equipos 'folloneros'.

La barrera de los 50 metros

Por si fuera poco, un muro se levanta ante las árbitras que quieren ascender. 'La preparación física es más difícil para nosotras, las pruebas son muy duras. O lo das todo por el arbitraje o no hay nada que hacer', dice Negrín. 'Nuestra fuerza es menor. Me entreno todos los días, pero no soy árbitra de Segunda B porque no pasé las pruebas. Los 50 metros me cuestan mucho', añade Paloma Quintero, que no alcanza el tiempo mínimo exigido en esa distancia: 6,9 segundos.

Quintero cumple con creces en el test de Cúper -2.700 metros en 12 minutos- y no tiene tampoco problemas con los 200, para los que se exigen 32 segundos. Sin embargo, como a otras compañeras, se le atraganta el medio hectómetro, la prueba más explosiva. 'Nuestra fibra es diferente', explica Rita Ruiz, 'y el baremo es el mismo para hombres y mujeres'.

La carencia de árbitras en España se sitúa a un nivel parecido al de sus ligas vecinas. Italia y Alemania sólo poseen colegiadas en categorías inferiores, mientras que Francia, Suecia y Suiza cuentan con asistentes en Primera, pero no árbitras principales. 'En los países nórdicos hay menos presión y es más fácil llegar arriba', explica Manuel Díaz Vega, presidente del Comité Técnico de Árbitros.

En los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, una asistente mexicana actuó en un encuentro de España. ¿Llegará alguna mujer a pitar en Primera? 'Eso, cuando los de arriba quieran. Algo falla, no nosotras', coinciden varias árbitras.

Carolina Doménech amonesta a Aguilera durante el amistoso Madrid-Atlético del mes de enero.
Carolina Doménech amonesta a Aguilera durante el amistoso Madrid-Atlético del mes de enero.RICARDO GUTIÉRREZ

'Hay mujeres para justificar'

El baloncesto y el balonmano sí ofrecen ejemplos de árbitras en la élite, aunque una minoría. En la ACB, entre 32 colegiados, pita Pilar Landeira, y hay dos mujeres en la LEB. Francia tiene una árbitra en la máxima categoría, e Italia dos, como la NBA. 'Nos cuesta el doble ascender. Ha de cambiar la mentalidad de la gente', dice Landeira, profesora de informática de 43 años, internacional desde hace 15, y olímpica en Sydney. En la ASOBAL sólo hay una mujer entre 30 colegiados; cuatro de 60 en División de Honor B; y 17 de 130 en Primera. Y no hay más de 20 internacionales en el mundo: dos alemanas, una argentina, dos francesas... y una española, Cristina Fernández Piñeiro, de 38 años. 'El deporte femenino en España es una catástrofe. Aquí soy muy respetada, pero en Europa la discriminación es total y absoluta', afirma Fernández, la primera árbitra internacional de balonmano, hace 11 años. 'He pitado cuatro Mundiales femeninos y ninguno masculino. No permiten parejas mixtas. Hay mucha propaganda, fanfarronean mucho, pero el trato es discriminatorio, a nosotras nos exigen más. Hay mujeres para justificar'.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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