Abuelita, dime tú
Cuando llegué a la casa de mis abuelos, corrí hasta la ventana para ver si estaban en el huerto, como siempre, y vi a mi abuelita que venía hacia la casa por el pequeño camino de cemento, entre las fresas. Llevaba con ella a Bunny, pero no lo tenía en el regazo, sobre el viejo delantal de cuadros; lo llevaba cogido por los pies y Bunny se movía incómodo. Iba a gritarle que había traído hojas de lechuga y zanahorias, cuando levantó a Bunny estirando el brazo y con la otra mano le dio un golpe en la cabeza, una especie de golpe de kárate, pero el conejo se movió y entonces le dio otros tres golpes seguidos, usando la mano como un hacha. Y Bunny dejó de moverse. Mi abuelita bajó los brazos, metió una mano en el bolsillo del delantal y se volvió para llamar a mi abuelo, que estaba hablando con un vecino. Luego siguió caminando lentamente hacia la casa. Yo me fui corriendo y me encerré en el 850 de mi padre. Bajé todos los pestillos.
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