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Reportaje:TOUR 2002 | Cuarta etapa

Colectiva, pero no tanto

Carlos Arribas

Todo estaba en la cabeza prodigiosa de Manolo Saiz, cráneo privilegiado. El director cántabro se adjudica un papel secundario, una suerte de Luis Moya guiando a Carlos Sainz, pero, claro, exagera. Nada se mueve en el ONCE-Eroski si no es dirigido por Saiz, si no hay por medio una orden del minucioso director, que maneja todos los detalles. 'Me gusta la contrarreloj por equipos porque es una prueba que ganan los nueve, todo el equipo, y además, representamos a una colectividad, la ONCE, y a una cooperativa, Eroski, pues nos viene al pelo', gusta de repetir Saiz.

Ayer por la mañana, mientras Manolo Saiz se iba en coche a ver el recorrido con una cámara de vídeo y Marino Lejarreta en el asiento de al lado, sus corredores se apelotonaban en el vestíbulo del hotel y, protegidos de la lluvia alterna, se dedicaban a crear un ambiente de sauna manejando el rodillo los nueve a la vez. Siempre juntos. Siempre contentos. Chistes y alegría. ¿El recorrido? Lo que diga Manolo, no necesitamos verlo. Manolo volvió al mediodía. Les reunió en una sala, agarró el vídeo, lo conectó a una televisión y acompañó con su charla las imágenes que había grabado del recorrido. Todos vieron que era un recorrido 'bonito, limpio, muy de contrarreloj, con sólo dos curvas peligrosas y duros repechos para marcar diferencias. Y si el viento sopla de cara, más'. ¿El orden de salida? El que diga Manolo. Manolo dijo que quería un orden conservador y relevos largos, de 20 segundos, porque no quería arriesgar, que el Tour es muy largo, pero que sí que quería ganar, que esto es muy bonito. Y puso el primero a Olano porque el guipuzcoano sabe de qué va la cosa, sabe ser capitán de ruta, y, encima, está en su último Tour y pone un cuidado especial en que todo salga bien, y sabe lanzar al equipo, y controlar la velocidad y el ritmo. Y cuando se habla de material también habla Manolo. Y ni siquiera les dice el desarrollo que le pone. 'Yo, ya, ni miro lo que pone', dice Marcos Serrano. 'No sé si me ha puesto un plato de 55 o de 54. Esto es así con Manolo'.

Y como una familia después de cenar, otra vez todos juntos ante el televisor para ver el final de la carrera, las pobres prestaciones de los últimos kilómetros del US Postal y del CSC. 'Y la tele se veía a medias, y sufríamos, y nos mordíamos el cuello. Así funcionamos todos', dijo Olano.

¿Y ahora, qué? 'Ahora lo que diga Manolo', contestan uno tras otro. Y dice Igor, que es el líder: 'El maillot amarillo lo llevo yo, pero no es así; en realidad está reflejado en mí, pero lo llevan ellos, todo el equipo'. Añade Igor: 'El objetivo es París, así que no hay que defenderlo a toda costa'. Pero en la visión global de Manolo, la visión del equipo, París es el podio y Armstrong es superArmstrong y es imposible. Así que es posible que vuelva a ser un amarillo fugaz, como lo han sido todos los amarillos de la ONCE, el de Zülle en el 92 (un día), el de Jalabert en el 95 (dos días), el de Zülle en el 96 (tres días) o el de Jalabert en 2000 (dos días). O como el amarillo de los otros tres españoles que lo llevaron y no ganaron el Tour (Poblet, dos días en el 55; Errandonea, dos días en el 67, y San Miguel, un día en el 68). Pero Igor, que se acordó con tristeza de su tío Jacinto, el que le hizo ciclista, fallecido hace unos años, no sabe. 'Moral sí que da el maillot, pero no me obsesiona mantenerlo. Hay que tener los pies en el suelo y saber que aunque lo intente a tope en ciertos momentos Armstrong es inalcanzable. Pero hay que luchar contra él'. Y esto, aunque no lo diga Manolo, que si que lo dice.

El equipo del ONCE-Eroski, durante la contrarreloj por equipos.
El equipo del ONCE-Eroski, durante la contrarreloj por equipos.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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