Un aluvión de visitantes
La ciudad estalla por sus costuras. Cerca de un millón de personas acude a Pamplona cada fin de semana de los sanfermines, según datos oficiales. Las calles de la ciudad, de trazado medieval, a duras penas aguantan el trasiego de un gentío que no para de bailar, beber y divertirse durante las veinticuatro horas del día.
El extrarradio es un inmenso aparcamiento saturado de vehículos, además de las decenas de trenes y autobuses especiales fletados hacia la capital navarra. La normativa municipal de hostelería se altera del 6 al 14 de julio para permitir a miles de establecimientos que cierren apenas dos horas, aprovechando el encierro matutino, para limpiar los locales y volver a empezar.
Sólo en el primer acto festivo, el chupinazo del día 6, los servicios de limpieza recogieron más de 50 toneladas de vidrio esparcido por el suelo. Los equipos preventivos de Cruz Roja, DYA, Policía Municipal, limpieza, bomberos y personal sanitario suman unos dos mil trabajadores y voluntarios. Y aun así la tarea es ingente. Hay incluso un dispositivo especial para beodos, la llamada coctelera, ubicada en el colegio Vázquez de Mella, por el que ya han pasado decenas de personas atendidas por personas especializado en los excesos del alcohol.
La prevención se extiende también a servicios de atención y denuncia para mujeres agredidas sexualmente o maltratadas. Y hay una oficina internacional de prensa para orientar a los más de doscientos reporteros de televisiones, radios y periódicos de todo el mundo, especialmente Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Suecia y Reino Unido, que ruedan incansables en las calles todo lo que acontece.
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