Fosfatina
EN EL ENSAYO Objetos sobre una mesa. Desorden armonioso en arte y literatura (Turner-Fondo de Cultura Económica), Guy Davenport revuelve con provecho en ese cajón de sastre que es el género de las naturalezas muertas, quizá el único de entre los del arte tradicional que ha sobrevivido a la devastación de la vanguardia. Con perspicaces analogías y atrevidos saltos en el tiempo, Davenport se ayuda de citas literarias para lograr que cobren nueva vida significativa los objetos allí representados. Originalmente, la forma de nombrar las naturalezas muertas aludía a su carácter de 'vida inmovilizada'. Quizá pensando en ello, le envié a José María Parreño esa sentencia de Edmond Jabès, en la que se compara a los amantes con dos estrellas separadas, cuyo acercamiento consiste en la voluntad de brillar juntas. Quizá por la reciente visión compartida del documental de Raúl Rodríguez y Pilar San Pablo, que trata sobre el traslado de restos a un nuevo cementerio del pueblo de Villeza, en cuya puerta está inscrita la leyenda que da título a la película: Adiós hasta luego (El Cementerio Viejo) (1997), Parreño me contestó con una declaración erótica macabra de John Berger, donde éste declara reconciliarse con la muerte gracias al pensamiento de que sus huesos fueran sepultados junto a los de su amada. 'No deja de ser extraño', continúa Berger, 'que esta imagen de nuestra proximidad, que no representa sino mero fosfato de calcio, me confiera un sentimiento de paz. Pero es así. Contigo puedo imaginar un lugar en donde ser fosfato de calcio es suficiente'.
Los niños de Villeza comentan, en el documental, que las estrellas fugaces caídas anuncian una muerte inminente. En castellano, para expresar un gran cansancio, se dice 'estar hecho polvo' o 'fosfatina'. Etimológicamente 'fosfato' significa materia hecha de luz o relumbrante, con lo que, a la postre, los huesos y las estrellas son por igual cuerpos luminosos. En pleno éxtasis erótico, los amantes quieren fijar su proximidad deteniendo por un instante el curso de sus vidas, como dos estrellas brillantes en el cielo, pero he aquí que, al regresar a la tierra, se mezclan de verdad como pura fosfatina sin perder su condición luminosa. En ello debía pensar Quevedo cuando escribió ese soneto, en el que, tras su muerte, se imaginaba como 'polvo enamorado'. Que las estrellas caigan bajo tierra sin perder su fulgor se debe, según Heidegger, en 'el origen de la obra de arte', a que 'la tierra es aquello donde el surgimiento vuelve a dar acogida a todo lo que surge como tal. En eso que surge, la tierra se presenta como aquello que acoge'. Y lo que acoge la tierra es la fosfatina amorosa de nuestra naturaleza mortal, fundamento de un género artístico que sobrevivió a la vanguardia.
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