Mauresmo, pletórica
La francesa, ganadora júnior en 1996, vence a Capriati en Wimbledon
Aquella final acabó con lágrimas para Magüi Serna. Era el año 1996 y la canaria partía como favorita en la disputa del título junior de Wimbledon. Pero, a pesar de los consejos de su entrenador, el holandés Eric Van Harpen, Serna no pudo impedir que la francesa Amelie Mauresmo se llevara el triunfo. El paso de los años fue situando las cosas en su justo lugar. La jugadora de Laye (Francia) llegó a la final del Open de Australia sólo tres años más tarde (1999) y todo el mundo descubrió en ella a una futura número uno. Serna también evolucionó, pero no al mismo nivel. Sin embargo, en Wimbledon, la española había cuadrado actuaciones (cuartos de final en 2000) bastante mejores que la francesa, que no jugó varios años y nunca había pasado de la tercera ronda.
Hasta este año. Esta vez, Mauresmo decidió que había llegado el momento de tomarse en serio el único Grand Slam que se disputa en hierba. Tras la decepción que le supuso perder en los octavos de final de Roland Garros, se tomó tres días para asimilar la situación y volvió al trabajo. 'La decisión fue suya', confiesa su nuevo entrenador Loic Courteau, ex jugador francés. 'Me llamó incluso antes de renovar mi contrato, y me dijo que quería jugar en Hertogenbosch -un torneo holandés en hierba-. Quería dedicar más tiempo a la hierba'. Allí ganó dos partidos y comenzó a sentir buenas sensaciones. Pero cuando llegó a Wimbledon afrontó las cosas de forma muy distinta a los años anteriores, en los que el torneo suponía sólo un paréntesis en su temporada.
Sólo cedió una manga en la primera ronda. Después ganó sus encuentros con solvencia. Hasta que ayer realizó uno de los mejores partidos que se la ha visto en la catedral. Mauresmo se enfrentó a la estadounidense Jennifer Capriati, campeona dos veces en Australia y otra en Roland Garros, y se convirtió en la primera ganadora del júnior que se clasifica para las semifinales desde Martina Hingis. La autoridad con la que ganó la francesa, 11ª mundial, contrastó con la fragilidad del juego desplegado por la estadounidense (3ª). Mauresmo ganó por 6-3, 6-2 en 59 minutos. Y ahora se enfrentará a la segunda cabeza de serie, la estadounidense Serena Williams, que ayer cerró en seco el sueño de la eslovaca Daniela Hantuchova: 6-3, 6-2.
'Nunca la había visto jugar a este nivel', confesó Capriati, de 26 años, al final de un encuentro que tuvo que ser aplazado dos veces por culpa de la lluvia que trastocó toda la jornada. La evolución de Mauresmo, de 22 años, hay que buscarla en los cambios de su vida. En diciembre pasado rompió su relación sentimental con su amiga Silvie. Y antes de Roland Garros despidió a su entrenadora Alexia Dechaume y comenzó a trabajar con Courteau. Regularizó su vida y su mentalidad cambió. 'Me costó menos aceptar mi derrota en París', señala la jugadora. Y, de golpe, se sintió fuerte en su preparación para la hierba. 'En dos semanas', explica Courteau, 'realizamos un trabajo increíble'. Había muchos aspectos que modificar para que pudiera jugar bien en hierba: acostumbrarse a pegar la bola unos 20 centímetros antes; sacar con más efecto buscando abrir la pista y subir a rematar los puntos en la red; no sentir miedo a las subidas; y, sobre todo, mejorar su mentalidad: evitar que los errores la frustraran. 'Y lo estamos consiguiendo'.
Capriati se fue ayer de Wimbledon con la certeza de que ganar otro título de los grandes no va a resultarle fácil. Mauresmo recuperó la sonrisa de 1996 y ganó fuerza para afrontar otro gran reto en las semifinales: ganar a Serena Williams, campeona de Roland Garros.
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