En la calle

Leo hoy con estupor un artículo acerca de una persona con más o menos suerte en la vida. Un trabajador, como todos nosotros, que de la noche a la mañana se ha quedado sin nada; alguien que tenía una posición social media, como todos nosotros, y que se encuentra durmiendo debajo de un puente en Azca y lavándose en fuentes; una persona que lo único que ha hecho toda su vida, imagino, habrá sido trabajar.

Leo con rabia y estupor cómo todo el mundo habla de los derechos civiles, de la igualdad de las personas, de las ayudas a los inmigrantes, de la antiglobalización, pero... no son más que asuntos de los telediarios. ¿Para cuándo el Gobierno o las administraciones públicas se van a hacer cargo de situaciones como éstas? ¿Por qué obligar a alguien a llegar a la más absoluta miseria y al pozo sin hacer nada por él? Señores de la Administración, ¿cómo es posible que alguien en un gran banco robe 1.000 millones de pesetas o anuncie que gana 500 millones al año, y nadie haga algo para solucionar esto?

Vivimos en una falsa sociedad en la que todos somos solidarios, pero ninguno ayudamos a nada; en la que todos queremos inmigrantes, pero no en mi comunidad; en la que todos apoyamos este tipo de cosas, pero nadie hace nada para remediarlo. ¿Acaso cualquier multinacional o gran banco, agencia inmobiliaria o empresa de servicios no dispone de un puesto digno para una persona así?

¿Cómo es posible que alguien que ha trabajado toda su vida se encuentre de buenas a primeras en la calle?, ¿se imaginan ustedes lo que debe pensar este pobre hombre?, ¿su estado anímico?, ¿cómo debe ver el futuro? Ya está bien de una serie de circunstancias donde a los emigrantes de fuera (no digo que no tengan derechos) se les atiende mejor que a los propios ciudadanos españoles.

Soy un joven empresario de Madrid y, viendo ayer el reportaje de esta persona, no podían por más que saltárseme las lágrimas, ¡qué pena, Dios mío, verse así! Quiero creer que nadie deba pensar que alguien con 45-50 años es viejo para trabajar.