25 años de la patronal madrileña
El autor rememora los momentos más destacados de la historia de la Confederación Empresarial de Madrid, que nació en 1977 con una idea obsesiva: la independencia. Reclama, además, el apoyo para el nuevo presidente, Gerardo Díaz.
La elección de Gerardo Díaz Ferrán, gran amigo y soberbio empresario, como presidente de la Confederación Empresarial de Madrid (CEIM) me hace recordar, con ilusión y melancolía, las fechas clave del asociacionismo empresarial madrileño. El 24 de enero de 1977 se constituía la Agrupación Empresarial Independiente de Madrid (AEIM). Aquel formidable grupo de promotores de AEI (Max Mazín, José Meliá, Vicente Iborra, José Luis Velilla, Bernardo Campos, Celso García, Sebastián Arbo, José María Sunyer y otros que el tiempo ha borrado del recuerdo), decidió crear un movimiento empresarial y la palabra que más repetía, y su idea obsesiva era la de independiente. ¡Qué cantidad de cosas aprendí de ellos y, sobre todo, qué relación personal tan maravillosa tuvimos y mantenemos! En aquel acto, recién elegido presidente y delante de mis iguales, afirmé, según consta en el acta de la Asamblea General Constituyente: 'Vivimos unos momentos absolutamente históricos en nuestro país, que probablemente pueden resumirse en que hemos pasado a ser auténticos protagonistas de nuestro futuro. En ese protagonismo, los empresarios que estamos aquí deseamos afirmar que estamos profundamente orgullosos de nuestro papel y que lo consideramos importante e imprescindible en una economía libre. Entendemos el papel de empresarios como el de promotor y creador de riqueza. No existe en la historia del mundo nada que sustituya al empresario, ese hombre que con ilusión, esperanza y asumiendo el riesgo coordina el capital, los técnicos y el trabajo para obtener un rendimiento óptimo de las tres fuerzas' (...) 'Sin trabajar más, sin aumentar la productividad, el país no se recuperará. La necesidad urgente de una ley que regule realistamente la huelga y el cierre patronal, sin olvidar la libertad de contratación y la flexibilidad en la composición de las plantillas, tema íntimamente ligado con un seguro de desempleo que merezca su nombre, así como la ley de convenios' (...) 'Los empresarios somos conscientes de la enorme labor a desarrollar y estamos dispuestos a establecer un diálogo permanente con el Gobierno, Administración, Sindicatos de Técnicos y Trabajadores y los representantes de los consumidores, para jugar de una forma absolutamente diáfana nuestro papel en la sociedad, que en el fondo es una manera de realizarnos como seres libres y de contribuir al desarrollo de nuestro país'.
'Entendemos el papel del empresario como el de promotor y creador de riqueza'
'El acto de despedida de CEIM fue el momento más emocionante de mi vida empresarial'
Sólo 13 meses después, AEIM era la fuerza motriz junto a la Federación de Asociaciones Empresariales de Madrid (FAEM), presidida por Manuel Mañaní y con su entusiasta secretario, Francisco Morán, en la creación de la Confederación Empresarial Independiente de Madrid (CEIM).
CEIM era el comienzo de una aventura preciosa en la que iban a jugar un papel esencial tantas y tantas personas que resulta imposible recordarlas a todas: Rafael Ortiz, Manuel Aguirre, Juan Manuel de Mingo, Gonzalo Pascual, Gerardo Díaz, Jenaro Félix, Antonio Beteré, José López del Arco, Francisco Viejo, Manuel del Moral, nuestro magnífico secretario general, Agustín Mascareñas, y su equipo de colaboradores. La patronal madrileña fue una fuerza decisiva y tuvo muchos motivos de orgullo en la lenta y laboriosa construcción de la patronal española, la CEOE, con la que coincidimos en lo esencial y discrepamos ocasionalmente en decisiones puntuales y por algunas formas de actuar.
Fueron siete años mágicos pero difíciles al frente de CEIM, de diálogos y negociación con políticos y sindicatos, de reivindicación permanente de nuestras posiciones -¡cómo olvidar la lucha por la supervivencia de las empresas en el duro 1980 y la presencia del vicepresidente Fernando Abril en nuestra asamblea!-, de inequívoca apuesta por la democracia en el intento de golpe de Estado del 23-F del 81, de actos arriesgados y multitudinarios como el del cine Carlos III, que culminó una campaña donde, bajo el lema Confiamos en la libertad, expusimos con claridad nuestra opinión sobre los distintos programas económicos de los partidos políticos, lo que no gustó a varios.
La llegada del PSOE al poder y la presencia de sus hombres clave en CEIM, del vicesecretario general, Alfonso Guerra, en una junta directiva previa a las elecciones generales de 1982; del presidente González recibiendo al comité ejecutivo en La Moncloa y asistiendo a nuestra asamblea electoral de 1984. Antes, en 1983, se constituyó la Comunidad Autónoma de Madrid y desde aquel primer momento hasta hoy las relaciones han sido fluidas. Su primer presidente, Joaquín Leguina, asistió a nuestra Asamblea General. S. M. el Rey, en una audiencia inolvidable, recibió al comité ejecutivo de nuestra Confederación y nos animó a continuar con nuestra labor. Se constituyó el Consejo Asesor del Presidente como órgano consultivo.
En 1985 se celebró el primer Encuentro Empresarial de Madrid, con más de 2.300 empresarios, en el Palacio de Exposiciones y Congresos, bajo el lema Creamos riqueza, y presidido por la gaviota, símbolo entonces de CEIM, donde se abordaron cuatro temas: la empresa y su realidad, la escalada de costes en la empresa, la contratación laboral y su necesaria flexibilización y, por último, el papel de las organizaciones empresariales en la sociedad española y, concretamente, el de CEIM en la madrileña. Las conclusiones de este encuentro fueron elevadas al presidente del Gobierno de la nación y al de nuestra comunidad autónoma. Ese mismo año concedimos a Max Mazín, gran pionero y hombre clave en la unión de los empresarios españoles, el título de presidente de honor por su destacada labor.
En 1985 llega el relevo en la presidencia. En el número 100 del Boletín Informativo de CEIM, dedicado al décimo aniversario, escribí: 'Me alegra recordar la propuesta que hice en la persona de Fernando Fernández-Tapias para su nombramiento como vicepresidente de CEIM y, posteriormente, que los demás aceptaran mi propuesta para elegirle presidente. El tiempo ha demostrado que era una buena idea y que los empresarios de CEIM eligieron un gran presidente'.
El acto de despedida de CEIM fue, hasta hoy, el momento más emocionante que he tenido en mi vida empresarial. Recuerdo muy bien aquellas mil personas que representaban a todos los sectores de CEIM, desde los empresarios autónomos hasta el primer empresario privado de España, mi buen amigo Isidoro Álvarez. Recuerdo la emoción que embargaba a mi mujer cuando Fernando le entregó la gaviota de brillantes y, sobre todo, la de mis más íntimos colaboradores: Salud, Paco, Mariluz, Isabel y Málen, que, habiendo decidido ya acompañarme en un nuevo desafío personal y profesional, la actividad política, se despedían aquel día de amigos y compañeros y de CEIM.
A partir de esa fecha hubo un nuevo timonel, un gran naviero que ha permanecido 17 años al frente de CEIM por su trabajo y la decisión de sus iguales. No es ningún secreto que hace cuatro años, en un espléndido almuerzo gallego, Fernando me pidiera que convenciese a mi gran amigo Gonzalo Pascual de no poner obstáculos al nombramiento de su socio Gerardo Díaz como presidente de CEIM. No fue fácil, pues Gonzalo ya en 1985, y por las mismas razones -necesidad para ambos de dedicarse intensamente a sus múltiples negocios-, había rechazado él mismo una oferta similar del anterior presidente de CEIM, pero accedió por respeto y enorme cariño a Gerardo, al que le hacía mucha ilusión devolver a la comunidad empresarial lo mucho que de ella había recibido. Yo creí que el relevo era inminente y así lo apoyé. Circunstancias de muchos tipos no lo permitirían hasta el pasado día 19, en que Fernando Fernández-Tapias se despidió con un emocionado discurso ante los aplausos unánimes de dos salones repletos de empresarios y altos ejecutivos.
Gerardo Díaz Ferrán, un hombre de una pieza, generoso, leal y gran trabajador, pronunció un magnífico discurso -tal vez excesivo en los elogios a los que le habíamos precedido en el cargo- en el que ofreció lealtad, diálogo, participación y corresponsabilidad para pedir a todos un compromiso para conseguir una CEIM mejor con una fuerte unidad empresarial que permita alentar la creación de nuevas empresas y fortalecer las existentes. Delante del presidente A. R. Gallardón y del alcalde J. M. A. del Manzano, prometió desarrollar su cargo desde la ética y la transparencia, lo que nos sonó maravillosamente a los asistentes. Al terminar cosechó un fuerte aplauso en el que participaron con emoción su mujer, Raquel, y su tres hijos, Raquelilla -siempre la he llamado así-, Gerardo y Marta, así como muchos de sus colaboradores de años. Ahora comienza el futuro.
No será fácil, nada lo es, pero hoy más que nunca la patronal madrileña debe ser un ejemplo de diálogo, firmeza y defensa inequívoca de que confiamos en la libertad de emprender y de crear riqueza, como dijo el presidente, Díaz Ferrán, para todos los componentes de la empresa: en forma de puestos de trabajo y salarios para los trabajadores, en forma de retribuciones y desafíos profesionales para los directivos, en dividendos para los accionistas, en impuestos para el Estado, las CC AA y los Ayuntamientos, en nuevos productos para los consumidores y para la sociedad en general mediante la participación en iniciativas culturales y solidarias. Gerardo Díaz Ferrán será, a mi juicio, un magnífico presidente de CEIM. Todos debemos ayudarle.
José A. Segurado es presidente de honor fundador de CEIM.
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