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El Derby de Harry Potter

Fernando Savater

A finales de mayo, pocas semanas antes de que se corriese el Derby de Epsom de este año en que se conmemoran los 50 de la coronación de Isabel II como reina de Inglaterra, falleció el mayor Dick Hern. Fue sin duda uno de los más notables entrenadores ingleses del siglo XX, que entre sus pupilos tuvo al ya mítico Brigadier Gerard y a tres vencedores en el Derby. También se encargó durante muchos años de entrenar a los caballos de la reina y le proporcionó la última victoria clásica de sus colores con Dumferline en el Oaks de 1977. Desde que era princesa, Isabel fue una apasionada de los purasangres y de las carreras... quizá su más auténtica afición personal, no heredada con el rango como la espléndida colección de vedutas venecianas de Francesco Guardi o la jardinería palaciega. Desde luego entiende más de caballos que de literatura, si es cierta la maliciosa anécdota de que, siendo joven, al oír en una conversación el nombre de Dante pensó de inmediato en el hijo de Nearco ganador del Derby en 1940, no en el autor de la Comedia. El año de su coronación, hace medio siglo, estuvo por primera y última vez a punto de conseguir también el Derby con su potro Aureole. Pero esa vez el regalo de Epsom no fue para la recién llegada al trono, sino para un veterano que se despedía de los hipódromos: Gordon Richards, el pequeño gran jinete que lo había ganado ya todo menos la carrera famosa y que con más de cincuenta años la consiguió por fin en esa ocasión con Pinza, pocos meses antes de retirarse. Aureole quedó segundo, pero se desquitó al año siguiente ganando el premio Coronation de Epsom, cuando se cumplía el primer aniversario de la de su propietaria. Ese día la joven reina rompió el protocolo y corrió a través de la pista para abrazarse al cuello de su campeón cuando regresaba victorioso...

Pero con el mayor Dick Hern, en cambio, no se portó bien. Tras muchos años de fieles servicios, Hern sufrió una caída de caballo durante una partida de caza y quedó tetrapléjico. Luchando con denuedo contra la adversidad decidió seguir entrenando, pero la reina prefirió, tras unos meses, prescindir de sus servicios, se supone que por mal consejo de su administrador lord Carnarvon (nieto del mecenas que apadrinó al egiptólogo Howard Carter y que mereció por ello la maldición de Tutankhamon). Fue un gesto feo y erróneo, porque Dick Hern -desde su silla de ruedas- aún consiguió después otro Derby con Nashwan, junto a varias pruebas clásicas más. El funeral del mayor, en la iglesia de la pequeña localidad rural donde vivía su jubilación, reunió a todas las personalidades hípicas del último medio siglo, jinetes, entrenadores, comentaristas, propietarios, Lester Piggott y Willie Carson junto a John Dunlop o Peter O'Sullevan. También estuvo John Reid, que tantas veces ganó en hipódromos españoles y que acaba de retirarse, cuya hija adolescente cantó en la ceremonia fúnebre. Fue algo así como las bodas de Cadmo y Armonía, en donde se encontraron por última vez todos los viejos dioses. Como tantos otros aficionados agradecidos no pude estar presente, pero tampoco creo haber estado ausente del todo.

El gran favorito para el Derby de este año es Hawk Wing, un potro extraordinariamente guapo que llegó segundo a un cuello en las Dos Mil Guineas, dando la impresión de necesitar algo más de distancia. Se considera su mayor rival a High Chaparral (coetáneos ¿recordáis la serie televisiva de ese nombre, protagonizada por Leif Ericson?), otro buen mozo, hermano además del ganador del año pasado Galileo. Pero lo curioso es que ambos candidatos pertenecen al mismo consorcio Tabor-Magnier y los dos están preparados en Irlanda por Aidan O'Brien, que en pocos años se ha convertido en el mago supremo de los entrenadores europeos. Insisto intencionadamente en lo de 'mago': a sus treinta y dos años, con su cara aniñada y sus gafitas de empollón, tiene un sorprendente parecido con el Harry Potter cinematográfico, que algunos diarios subrayan poniendo juntas sus fotografías. Por cierto, en estos días puede visitarse en la National Portrait Gallery londinense una exposición titulada 'De Beatriz Potter a Harry Potter', dedicada a retratos de quienes escribieron para niños y adolescentes, benditos sean. Contra el mago irlandés y sus pupilos se alza la coalición poderosa de los jeques dubaitíes, que cuando andan faltos de buenos caballos para una carrera importante compran los de sus adversarios. En este Derby hay nada menos que cinco contendientes de la familia Maktoum, dos de ellos pescados hace un par de semanas para la gran ocasión: Naheef, Moon Ballad, Tholjanah, Bardari y Fight Your Corner. El resto de los 12 contendientes cuenta menos, salvo quizá Coshocton, nieto de otro ganador de Derby -Roberto- e incansable galopador en cabeza ante los ojos del Señor.

La lluvia de los días anteriores había reblandecido la pista de Epsom, disminuyendo las posibilidades del favorito. Tomaron el mando de la carrera Moon Ballad (ganador del Dante Stakes de York, una prueba nombrada en recuerdo del caballo que despista a la reina sobre cuestiones literarias) y Coshocton, los cuales condujeron hasta bien entrada la recta final. Entonces, magníficos, se dispararon hacia la meta High Chaparral y Hawk Wing, que la cruzaron por este orden luchando entre ellos y a más de 12 largos del siguiente contrincante. El hechizo del brujo de Tipperary funcionó como los mejores de Albus Dumbledore... Pero siempre aparece también el lado oscuro, trágico, de la fuerza: pocos metros antes de cruzar la meta en un honroso cuarto puesto, el bravo Coshocton dio un traspiés y cayó de bruces, con una pata fracturada. Quedó en tierra, con los flancos jadeantes y la extremidad quebrada en un ángulo inverosímil, junto a su jinete Philip Robinson, que sufrió una fuerte conmoción. Después, mientras High Chaparral recibía en la pista los agasajos del triunfo, a pocos metros un cuadrilátero improvisado de telones de plástico negro ocultaba el final de Coshocton, acelerado piadosamente por los veterinarios. No le compadezcamos demasiado, porque murió jovencísimo, en el esfuerzo hacia la gloria, herido en sus pies ligeros, sin hijos, sin mañana: compartió el destino de Aquiles.

Ya se marcha la reina, en el nuevo cochazo regalado obligatoriamente por sus súbditos. ¡Un Derby más! Como he visto tantas grandes carreras junto a esta señora, no puedo evitar sentir cierto turbio afecto hacia ella, algo así como compañerismo. No simpatizo con la portadora de la arcaica corona, claro está, ni con la acaudalada propietaria que evita los impuestos sucesorios y privilegia con donaciones inmobiliarias a los parientes, ni con la avinagrada matrona de una familia especialmente fastidiosa, sino con la remota niña de hace medio siglo: con la jovencita desgarbada que, para escándalo de los mayordomos, corrió sobre el pasto refulgente de Epsom con el sombrero torcido y perdiendo un zapato hasta abrazar el ancho cuello sudoroso de su fiel Aureole. ¡Adiós, Cenicienta! ¡Lástima que ningún plebeyo valiente encontrase entonces el escarpín extraviado en la hierba y fuese a buscarte a las sombras de palacio, para rescatarte de las largas ceremonias bostezantes, de las joyas ensangrentadas y del horror de reinar!

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Complutense.

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