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Entrevista:VICENT ABAD | Director del Museo de la Naranja

'Somos lo que somos gracias a la naranja'

Pregunta. Su colección de etiquetas ha sido el embrión de este museo. ¿Cómo la hizo?

Respuesta. Al terminar Historia me planteé hacer una tesis sobre economía citrícola, ya que conocía la materia por mi entorno familiar, trabajaba en el Servicio Oficial de Inspección, Vigilancia y Regulación de las Exportaciones y había tratado a casi todo el sector. Empecé a hablar con empresarios y a acumular etiquetas. Luego salvé de la basura un lote importante y la colección se fue incrementando. Ahora tenemos unas 5.000 españolas y un millar extranjeras.

P. ¿Qué ha significado la naranja para los valencianos?

R. Durante casi un siglo ha sido el primer capítulo valenciano; y durante muchos años, de la economía española. Por suerte o por desgracia, somos lo que somos gracias a la naranja.

P. ¿Y qué significa ahora económicamente?

R. Afortunadamente no dependemos de ella, pero España es el primer exportador de cítricos del mundo, y el 75% de esa producción se hace en la Comunidad Valenciana. El año 2000 exportamos naranjas por valor de más de 1.803 millones de euros. Todavía es la actividad agraria más importante. Hace unos años hice el cálculo de restar el valor de las exportaciones de la Ford con el de sus importaciones, y el valor de la exportación naranjera era superior al de la multinacional.

P. Joan Fuster denostó los efectos de la economía citrícola en contraposición a lo que hubiese podido suponer la industria.

R. Lo suscribiría en parte. Es cierto que las burguesías industriales, en general, han sido más cultas que las agrarias, y que el sector agrícola absorbió muchas energías y muchos capitales, pero también ha generado una serie de industrias auxiliares alrededor que niegan que estuviésemos desindustrializados. Es cierto que no hemos tenido una industria pesada.

P. Ni ningún ejemplo de burguesía ilustrada en los nucleos más manchesterianos, como Alcoy. En cambio, la naranja suministró a Vicente Cañada Blanch.

R. Lo de Cañada Blanch, desde luego es una cosa extraordinaria. Se fue de Burriana a Inglaterra y levantó un imperio comercial, y luego dedicó toda su fortuna a crear colegios, una cátedra de estudios económicos, una fundación... Es sólo un caso, pero es cierto que no hay ni un solo ejemplo en el sector de la industria.

P. ¿La Comunidad corre el riesgo de que la naranja sea nostalgia?

R. Diría que no, pese a los malos tiempos. Tenemos una ventaja frente al resto de competidores: estamos más cerca del mercado europeo y disponemos de más y mejores servicios. Pero hay que ayudar con una serie de reformas estructurales. No podemos tener la agricultura con los gastos más elevados del mundo por la división de la propiedad: hay que cambiar hanegadas por acciones. Y también hay que reformar las estructuras comerciales: no podemos tener a 700 comercios vendiendo a ocho compradores. Nuestro principal competidor somos nosotros mismos.

P. ¿Usted se cree lo de las larvas de mosca o el veto norteamericano es una reacción proteccionista?

R. Es una típica reacción proteccionista. En California se han dado cuenta de lo bien que funcionan nuestras clementinas en la Costa Este y han empezado a plantar clementinas. Nosotros tenemos una gran renta de situación, porque está tan lejos mandar naranjas desde California a Nueva York como desde Valencia. Y como los norteamericanos son unos proteccionistas integrales han montado todo ese sarao.

EN DOS TRAZOS

Todas las raíces familiares de Vicent Abad (Burriana, 1940) están vinculadas a la naranja desde los tiempos en que Burriana invadió Liverpool, las niñas pijas llevaban una piel de mandarina en el bolso como perfume de lujo y a los burrianenses se les llamaba liverpoleros. Con varios libros sobre la economía cítrica valenciana y un gran conocimiento de los empresarios que la propiciaron, es el máximo especialista en la materia. Hace siete años levantó en su pueblo el Museo de la Naranja tras la indiferencia sideral con que lo trataron muchos otros municipios naranjeros.

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