La perfección es un anzuelo
Algunas propuestas estimulan la imaginación de la audiencia más que otras, pero no hay modo de conocerlas a priori. Por eso nos equivocamos tanto. Aquella semana habíamos pedido a los oyentes que escribieran sobre la perfección para averiguar si las personas prefieren ser perfectas o ser felices. Ya adelantamos que prefieren ser perfectas, aunque en general no les sale: quizá por eso son infelices también. Fue una semana desastrosa. Recuerdo que el viernes, de un envío de 120 cuentos, no pudimos seleccionar ninguno porque eran todos malísimos.
La palabra 'perfección' apareció indefectiblemente en la primera o segunda línea del 90% de los relatos. Observé que había funcionado como un anzuelo del que muy pocos de nuestros remitentes se habían podido desprender una vez mordido. Los textos boqueaban como peces fuera del agua y perecían de asfixia antes de que acabáramos de leerlos. La propuesta había funcionado como una limitación insoportable, como un corsé del que la mayoría no logró desprenderse. La catástrofe nos sirvió al menos para hacer un poco de taller. Explicamos en antena que un cuento de miedo no debe incluir el término 'miedo', del mismo modo que un cuento sobre ratas debe evitar la palabra 'rata'. Un cuento de quince líneas sobre la perfección en el que aparece siete veces esta palabra tiene muy pocas posibilidades de sobrevivir.
También pedimos a los oyentes que procuraran ser más económicos, pues habíamos observado que muchos comenzaban sus relatos en la segunda o en la tercera línea (hay gente que los empieza en la última, es terrible). Los músicos hacen ejercicios de dedos antes de grabar un disco, pero no incluyen estos ejercicios en la grabación. Los escritores tampoco deberían hacerlo, pero tienen ese vicio. Sé de autores consagrados que no comienzan sus novelas hasta la página setenta. Y no es que no se den cuenta, sino que les da lástima tirar setenta páginas a la basura.
No todo fueron desgracias. Llegaron relatos excelentes. Ahí tienen el de Edelmira Alonso, Barry, que es bueno porque nos lo creemos. Y el de Francisco Taboada, La confirmación, que despierta una parte de nuestra inteligencia que apenas usamos una o dos veces al año. No se pierdan el de María del Carmen Bernáldez, La hormiga, que en apenas unas líneas da cuenta de una peripecia existencial (o de dos, si consideramos la de la hormiga) conmovedora. Pablo David Pérez, en Bazar de imágenes, lo confía todo al efecto final, pero funciona. Otro día, más.
PD. Correo ordinario. Cadena SER (a la atención de Juan José Millás). Gran Vía, 32. 28013 Madrid. Internet. www.cadenaser.com. Una vez dentro de la página web hay que pinchar La ventana y, en La ventana, La ventana de Millás.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.