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Columna
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Campo de batalla

Málaga parecía un campo de batalla. Fuego, crispación en las caras de los ciudadanos. Málaga, con toneladas de basura en las calles, ha sido durante unos días la capital de la mierda y no de la Costa del Sol. No se recuerda un estado de cólera semejante en los ciudadanos malagueños. Y el alcalde, Francisco de la Torre, llevado de su candor e ingenuidad, salía a los medios pidiendo a los malagueños paciencia. Paciencia ¿para qué?, ¿para que las ratas y las cucarachas terminaran por meterse en las casas y hasta en la cama?, ¿paciencia para soportar el olor a muerto y a putrefacción?, ¿paciencia cuando la salud de muchas personas estuvo en peligro?

El alcalde de la ciudad, además de acusar a la Junta de Andalucía, en lo que posiblemente llevaba razón, debería haber cogido el toro por los cuernos y buscar soluciones. Es en los problemas de envergadura y gran calado cuando los políticos tienen que dar la talla. Para inauguraciones, presidir reuniones e incluso pasearse por Málaga en coche de caballos con amplia y cachonda sonrisa como hizo Celia Villalobos, con la huelga ya iniciada, siempre hay políticos de pacotilla.

Málaga no va bien. Tampoco la Costa del Sol. A las bombas de ETA se suma la de los trabajadores de hostelería en el cogollo del verano. Patronal y trabajadores están separados por un mundo. Como ha sucedido con la huelga de basuras. En este caso, la concesionaria de la limpieza seguirá engordando sus beneficios. La anunciada huelga de la hostelería hará mucho daño. Se sientan en la mesa de negociación viejos y resabiados conocidos, que tienen ya costurones en su cuerpo por las mil y una batallas libradas en la convulsa historia laboral de la Costa del Sol. Vamos a asistir a una partida de póker en la que casi todos se saben las cartas y los comodines que hay en la bocamanga. Se está a tiempo de detener la huelga.

En lo que no hay remedio es en el saneamiento integral de la Costa del Sol. Nuevo plazo, viejos problemas. Hasta el 2005 dice el PP que no estará terminado. Han tenido desde 1996 para solucionar lo que no pudieron hacer tampoco los socialistas. Málaga, la Costa del Sol, no van bien. Y encima tenemos a Paco Cascos, ministro de Fomento, queriendo cobrarse en el cuerpo de los andaluces sus filias y sus fobias con Arenas.

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