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Crónica:FERIA DE ALGECIRAS | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Camino del matadero

La memoria del cura Hidalgo Barquero no sale del desasosiego, pues no sólo le hacen perrerías a su hierro, sino que la sabia mezcla de Vázquez y Vistahermosa, perdidos los restos del uniforme berrendo, hace aguas con peligro de irremisible hundimiento y se marcha caminito del matadero.

Los dos primeros toros de lidia ordinaria tenían tanto exceso de báscula como falta de fuerza y fueron sustituidos por otros dos que tal bailaban. Los andares y el trote eran propios de cualquier otro género de cuadrúpedos, de natural manso, y además, producto de una noche golfa, salían con resaca.

Javier Conde se empeñó vanamente en prolongar una improbable faena marcada con respingos desde la distancia, con errores de colocación que, en vez de guardarlo del peligro, lo atravesaban en su camino. Aunque patiabierto, el quinto estaba mejor proporcionado y, caso de lograr tenerse en pie, embestía con alegría cierta que fue aprovechada por Javier Conde para apuntar un toreo solemne y majestuoso en los entreactos, distante en el acto propiamente dicho y elegante al aliviarse por alto, que se fue diluyendo víctima de su escasa sustancia. A la hora de matar, fue menos infame el bajonazo del quinto.

Benítez / Hermoso, Conde, Dávila

Toros de Benítez Cubero, despuntados los de rejones; 2º y 3º sobreros, inválidos y mansos. Pablo Hermoso de Mendoza: ovación y saludos; oreja. Javier Conde: ovación en los dos. Dávila Miura: aplausos y silencio. Plaza de Las Palomas. 26 de junio. 3ª de abono. Un cuarto de entrada.

Hermoso de Mendoza no se salvó de un manso con el que se lució en algunos detalles aislados que no llegaron a construir faena, misión que se reveló imposible en el cuarto que, además de manso, se caía. Ni para rejones, y eso que el navarro le dio la lidia adecuada a base de coraje, encelando la embestida y jugándosela como no se lo merecieron sus dos oponentes: el valor en banderillas le proporcionó el reconocimiento.

Dávila Miura, para más inri, se las tuvo que ver con una res de media arrancada a la que propinó pases por ambos lados que tuvieron la virtud de la brevedad que volvió a estar presente en el sexto.

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