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Columna
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Los adioses

Enrique Vila-Matas

Hwang marca; Hierro iguala. Park engaña; Baraja, también. Seol marca colocado; Xavi, a la escuadra izquierda. Ahn no falla; Joaquín imita a Kubala y se equivoca. Hong marca el gol del triunfo coreano; España, a casa. Adiós. Un alivio. Qué bien. Según como se mire, les debemos a los liniers de Uganda y Trinidad y Tobago habernos sacado un gran peso de encima. Hemos quedado los quintos, tampoco está tan mal.

Si Juan Benet decía 'nunca llegarás a nada', de España podríamos decir que nunca llegará a las semifinales. El balance al fin de los siglos será: 'Sólo tuvimos a Zarra una vez'. Pero ¿hay que llegar a las semifinales? Lo han hecho Corea y Alemania, equipos horribles e insufribles. ¿Debemos desear alcanzar las cotas de mediocridad de esas selecciones? Sería mejor que nos propusierámos alcanzar metas más altas en otros campos (no necesariamente futbolísticos) e incluso sería conveniente recuperar el sentido del humor y aprender a decir adiós. Villar, por ejemplo, en vez de dimitir de un cargo que no sabíamos que tenía, debería pasar sus vacaciones en Trinidad y Tobago y en Port of Spain descubrir la calidad humana del agricultor de origen hindú, ese juez de línea que se tragó el gol de oro de Morientes y ha jorobado al decretador de la Moncloa y demás afición. España va bien, pero los jueces de exóticos países tratan de ocultarlo. ¿Qué habría sucedido si hubieran sido de Estonia o Lituania? Podría haber ocurrido esto perfectamente y ahora estaríamos reclutando aficionados para la División Azul.

He dicho que hay que aprender a decir adiós y lo ideal será hacerlo con mucho humor, aunque en serio. ¿O no nos despediremos en serio de Aznar cuando le llegue la bendita hora? Adiós, le dije a la selección el sábado. En el fondo, todo un alivio. Llevo días, como en una novela de Onetti, dedicado a los adioses. Por ejemplo, me he despedido para mucho tiempo de los informativos de la primera cadena. Llevaban años manipulando la información, de modo que lo ocurrido con la huelga general no ha sido más que una versión más de lo mismo, pero se confiaron demasiado y se les ha ido la mano, no midieron la magnitud de la mentira. Todo tiene un límite. Hay que empezar a ejercitarse en los adioses y decirle adiós a la cumbre racial de Sevilla, a los informativos de la primera, al lenguaje campechano de Camacho, a don Pío-Pío, a todo. Qué alivio. Con la mano les digo adiós, se lo han ganado a pulso. Adiós a Japón y Corea con un beso. Del Mundial sólo veré la camiseta de Brasil. Le digo adiós al Corea-Alemania de hoy; no pienso verlo, faltaría más; es la crónica de un tormento anunciado. Adiós.

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