_
_
_
_
_
Gran Premio de Europa | AUTOMOVILISMO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cruzado el ecuador

Cruzado el ecuador de la temporada, certificado el dominio abrumador de Ferrari, el preocupante estancamiento de Williams y la insuficiente recuperación de McLaren, lo único que queda por dilucidar es si habrá que medir en años luz la distancia entre los bólidos italianos y el resto, y quién ganará el campeonato de los segundones.

Ayer, sin embargo, se produjo algo inesperado y muy de agradecer; por unos instantes pareció que los protagonistas se saltaban el guión: Michael Schumacher cometió un error, e incluso se salió de la pista. Finalmente todo quedó en un pequeño susto, en tan poco, que lo que acabó manteniendo la atención de los aficionados hasta el mismo final de la carrera fue el averiguar si, de nuevo, los intratables Jen Todd y Russell Brown obligarían o no a Rubens Barrichello, el segundo piloto de Ferrari, a ceder el triunfo a la gran estrella teutona. No fue así, aunque ahora la duda es si Schumi hubiera podido adelantar al brasileño y, en esta ocasión las órdenes fueron a la inversa, pendientes como están en Maranello de la decisión que esta semana debe tomar el alto tribunal de la Federación sobre el lamentable espectáculo protagonizado en Austria hace un mes.

Que sea la propia Ferrari la encargada de mantener la emoción en el campeonato lo dice todo. Y es que por detrás sólo se detecta un rumor lejano, tan lejano que es casi inaudible. Los Williams-BMW llevan ya demasiadas carreras sin mostrar los dientes más que en los entrenamientos. Para el pequeño de los Schumacher, Ralf, la carrera de ayer es para olvidar. Montoya mantuvo el tipo detrás de los dos Ferrari haciendo de tapón. En cuanto desapareció, llevándose a Coulthard consigo, se vio enseguida que no era el día de los bólidos blancos y azules. A media carrera sólo quedaba el prometedor Raikkonen, muy verde aún para grandes gestas. McLaren, por lo menos, ha frenado la caída para ir a más.

Por detrás de los tres grandes, Renault aguanta el envite esperando que madure su proyecto. Sauber se mantiene en una digna estabilidad. Toyota no aguanta. Jordan y BAR están sin aliento. Y lo de Jaguar tiene delito. Pedro de la Rosa corre el riesgo de acostumbrarse a perder, que es lo peor que le puede pasar a un piloto.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_