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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Hay ultraderecha en España?

Lluís Bassets

Ha tenido este país tantos años un régimen de extrema derecha que parece una obviedad plantearse siquiera esta pregunta. Pero la cuestión está presente en el debate político en el momento en el que en todo el continente, de una u otra forma, aparecen formas de populismo que juegan con el síndrome de la inseguridad ciudadana y lo combinan con la fobia hacia los extranjeros.

No, ni la extrema derecha tradicional ni la nueva ultraderecha que proliferan en Europa tienen expresión política diferenciada en España. Hay, en cambio, abundantes síntomas de que la semilla de la nueva ultraderecha está cayendo en surco fértil. Los conflictos más recientes así lo revelan. El último, las agresiones contra inmigrantes en Sant Vicenç de Castellet esta semana. O el caso de Premià de Mar, donde la comunidad local musulmana no puede construir su mezquita por la oposición de una parte del vecindario, aunque cuenta con todos los permisos urbanísticos, en vivo contraste con el caso simétricamente contrario de la iglesia de Nuestra Señora de las Fuentes, en el barrio del Pilar de Madrid, construida en flagrante ilegalidad y con numerosas sentencias en contra, incluida una orden de derribo que no ha sido ni será ejecutada.

La nueva ultraderecha es proamericana y moderna, chovinista y xenófoba, pero especialmente arabófoba e islamófoba

También están los mismos síntomas en la sociedad política. Algunos alcaldes y cuadros del PP, pero también del PSOE, en zonas de fuerte presencia de mano de obra inmigrante, notables de los partidos nacionalistas del País Vasco y de Cataluña, y no digamos ya profesionales de la verborrea radiofónica incurren en expresiones y en fobias difícilmente aceptables en países como Francia o Alemania, aunque más habituales en Italia, donde el propio presidente del Consejo y la periodista más popular se han soltado el moño en expresiones de exclusión étnica y religiosa. Tiene toda su lógica porque el Gobierno tampoco se queda corto. Empezando por su presidente, que ha lanzado una propuesta de sanciones a los países que no controlen la salida de inmigrantes de su territorio digna de Jean-Marie Le Pen. Es más que una ironía que el nuevo ministro del Interior francés, Nicolas Sarkozy, un joven húsar neogaullista proclive al palo y tentetieso, se haya opuesto tajantemente a tal medida. La amalgama entre inmigración y delincuencia, o entre aumento de la inseguridad y de la población extranjera, defendida por el presidente y varios de sus ministros como el no va más de la perspicacia social frente a las almas caritativas de lo políticamente correcto, pertenecen al mismo ámbito ideológico y sirven como argumentos legitimadores para los jóvenes skin heads que se dedican a repartir porrazos contra los inmigrantes.

Nuevas derechas

Las nuevas extremas derechas no son necesariamente antisemitas ni partidarias de sistemas totalitarios como venía sucediendo hasta hace unas pocas décadas. Son proamericanas y modernas, chovinistas y xenófobas, pero especialmente arabófobas e islamófobas. Liquidado el comunismo, centran su discurso de confrontación en un antiprogresismo visceral, de sarcasmo y diatriba virulenta, de descalificación sin debate de ideas respecto a todo lo que tenga que ver con la tradición de izquierdas, el Mayo del 68 y el socialismo. Desayunan progres antes de empezar la jornada como los anticlericales decimonónicos comían cura. Ensalzan todo lo que sea políticamente incorrecto como la más clara expresión de la libertad de pensamiento.

Pero a pesar de su novedad desarrollan temas muy propios del lepenismo. En el caso español es la preferencia latinoamericana o europea a la hora de recibir inmigración, con claro desprecio a los intereses y responsabilidades históricas y presentes de España en Marruecos. O la superioridad del occidente cristiano sobre el islam y la incompatibilidad entre cultura musulmana y democracia. Todos estos temas son munición de unas tertulias y unos columnistas que poco desmerecen de los planfletistas que pueden leerse, por poner un ejemplo, en las páginas de National Hebdo o Minute, los portavoces periodísticos más conocidos del Frente Nacional.

Francia es un buen espejo. El nuevo Gobierno de Jean-Pierre Raffarin, con mayoría absoluta y su programa de ley y orden por delante, ofrece un claro contraste en cuanto a actitudes y modos democráticos y respetuosos con las frivolidades y las incorrecciones políticas al uso en España. No hay un partido de extrema derecha en España. No hay tampoco mala conciencia alguna en la clase política y en la opinión pública. Están, pues, todos los elementos para olvidar la política como pedagogía democrática y dedicarse a la demagogia, es decir, a la siembra de la peor semilla de esta ultraderecha sobre cuya ausencia ahora parecemos sentirnos orgullosos.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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