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El regate de Eriksson

Inglaterra ya no es el fútbol de ida y vuelta, directo, de antaño, ahora mastica con pausa los partidos y hasta parece un sucedáneo del 'calcio'

José Sámano

Un sueco con olores de Armani se ha decidido a pelar la cáscara del fútbol inglés, con aceptables resultados de momento. Sven Goran Eriksson, el primer extranjero que dirige a la costumbrista Inglaterra, ha logrado en temporada y media la metamorfosis de un fútbol con algunas constantes tan milenarias como el té de las cinco, el volante a la derecha o los espantosos sombreros de Ascott. Inglaterra, con Eriksson en la proa, parece haber exorcizado algunos vicios que la diferenciaban del resto de la galaxia futbolística, como el gusto por el desmadre de buena parte de sus jugadores, principal sustento diario de los tabloides, al margen del mimético eco de su desenfreno en las tribus de hooligans. Descontado el torneo insular de 1966, los ingleses lograron su mejor puesto en un Mundial hace 12 años, en Italia, con el incorregible Paul Gascoigne como primera figura. Del tono sepia de Gazza, Tony Adams o Paul Merson o Paul Ince, por citar sólo algunos ejemplos de la última pandilla inglesa antes del atrevimiento de Eriksson, Inglaterra ha pasado a la cosmética de Beckham, por encima de todos, y Owen, sus dos máximas referencias. De las pintas cerveceras de Gascoigne a la glamourosa iconografía del chico spice, cuya estética despierta tantas pasiones como un quinto beattle. A él, al propietario de la mansión de Beckinham Palace, al dueño de una colección de Rolls-Royce que para sí quisiera Paul McCartney le concedió Eriksson la capitanía nada más cruzar el Canal de la Mancha. Un guiño capital sobre cuáles eran sus intenciones.

De las pintas cerveceras de Gascoigne a la 'glamourosa' iconografía de Beckham
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Entrenadores:: Eriksson
Selecciones:: Inglaterra

Y no sólo las suyas, sino la de los burócratas del fútbol inglés, que con su controvertida contratación apostaban por teñir de europea la selección. Los principales clubes de la Premier, a excepción del Manchester United, ya estaban en manos foráneas, caso del Arsenal (Arsène Wenger), el Chelsea (Ruud Gullit, primero, y Claudio Ranieri, después) o el Liverpool (Gerard Houllier). La salvedad del United tampoco era notoria, puesto que el escocés Alex Fergusson -paisano de los mejores técnicos que jamás han tenido los ingleses- hacía años que era el entrenador menos británico entre los británicos. Cantona, Beckham, Giggs, Scholes, Van Nistelrooy, Blanc o Verón son testigos.

Con Beckham al frente -más radiante y eficaz incluso que con el United-, Eriksson profundizó en la vía continental que ya empapaba a la mayoría de los integrantes de la nueva generación. Durante la fase de clasificación llegó a utilizar a 31 jugadores. La hinchada inglesa vaciló lo suyo, hasta que en un día inolvidable se rindió: el 1-5 de Múnich ante el gigante alemán vengó su derrota casera en la Eurocopa de 1996. Luego, de forma agónica, Beckham, con un soberbio gol de falta ante Grecia, metió al equipo en el Mundial. Logrado el objetivo, a Inglaterra le restaba una cuenta pendiente con los argentinos. Dos en realidad, una con Maradona y otra con Simeone. En Sapporo, hace diez días, los ingleses quedaron en paz.

En lo futbolístico también es evidente la varita de Eriksson. Hoy, Inglaterra no es un equipo tan atractivo como antaño, cuando su juego de ida y vuelta, directo, meteórico y punzante siempre ahogaba los bostezos de cualquier espectador. En la actualidad, por lo visto hasta ahora, el equipo mastica de otra manera los partidos, con pausa, comedido y atacando lo justo. El fútbol fresco y vivaz inglés parece ahora un sucedáneo del calcio, donde la faja resultadista aprieta a todos por igual, donde más veces de lo debido tratan este deporte a patadas. Italia lleva el modelo en los genes y le ha dado grandísimos resultados. Inglaterra lo ha importado y lo tiene en la probeta, no ha fecundado del todo. Qué mejor que Brasil, con licencia de los belgas, para examinar el regate a la historia que promueve Eriksson.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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