Los retos de un bohemio

'Para mí, el fútbol es un medio; el matrimonio, la estabilidad; los amigos, una válvula de escape, y el béisbol, el deporte que me gusta ver con mis hijos'. Javier Aguirre Onandía, El Vasco, el técnico al que Miguel Ángel Lotina ha dado el relevo en Osasuna, el entrenador que ha puesto a México a un escalón de los octavos de final, se define como un tipo algo 'bohemio' al que le gusta vivir la vida con un buen chupito de ron, una cerveza y un poquito de baile salsero de por medio.

Pero la vida no siempre le ha resultado bailona a este mexicano de 43 años con orígenes vascos. En la cima de su carrera, una gravísima lesión le sepultó. Tras tener el honor de jugar el Mundial de 1986, en su país, a las órdenes de Bora Milutinovic, Aguirre se ganó un puesto en el fútbol europeo, en Osasuna. Un equipo que le iba al dedillo por su perfil de centrocampista industrioso, honrado y de amplio recorrido. Sin embargo, el 26 de octubre, cuando sólo había jugado once partidos, se fracturó la tibia y el peroné de su pierna derecha en un choque con Ablanedo, el portero del Sporting de Gijón. Se perdió toda la temporada y, al final, Osasuna lo cambió por el inglés Lee, al que añoraba otro ex del Liverpool en el equipo rojillo, Robinson.

Así que Aguirre regresó a México, al Chivas de Guadalajara, en el que se retiró en 1991 para poner los primeros cimientos del sindicato mexicano de jugadores profesionales. Porque a Aguirre, de ideas progresistas, le gusta implicarse. De hecho, fue una de las voces contrarias al Gobierno mexicano en el conflicto de Chiapas.

Tendente a asumir retos de todo tipo, en junio de 2001 aceptó sin vacilar el puesto de seleccionador nacional. No era una aventura sencilla. Más bien, una bomba de neutrones entre las manos. México, un clásico de los Mundiales -el asiático es el duodécimo que juega-, estaba a punto de quedarse sin billete. Iba el penúltimo en su grupo centroamericano y había caído en casa por primera vez, frente a Costa Rica. Había perdido el rumbo de tal forma que dos técnicos habían sido destituidos, Lapuente y Meza.

Pero el trabajo de Aguirre, ayudante de Mejía Barón en Estados Unidos 94, había tenido eco a su paso por el Pachuca, un club modesto al que dio gloria. Con la selección tenía cinco partidos por delante para hacer el milagro. Y lo consiguió. Con cuatro victorias y un empate, México se enganchó en el último instante al Mundial.

Su receta es 'apretar por un lado y aflojar por otro'. Recio y directo con sus jugadores, le agrada también mantener con ellos cierto trato paternalista. Como se observó frente a Ecuador, el pasado domingo, cuando se coló varios palmos en el terreno para dar, con su mejor sonrisa, una palmadita a Morales tras un intercambio de palabras. Por ahí afloja. Por otro lado aprieta: Blanco (Valladolid) y Palencia (Espanyol), dos de los españoles junto a Torrado (Sevilla) han mostrado su disconformidad con los métodos del Vasco, al que de nuevo un tránsito por un Mundial le enviará a Osasuna. Otro reto. Como el que hoy le medirá a la poderosa Italia.