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El estilizado teatro 'noh' japonés recala durante dos días en el Mercat

La compañía de Reijiro Tsumura presenta 'Aoi no ue' y 'Shôjô'

El Mercat de les Flors termina su temporada con teatro noh. Con Aoi no ue y Shôjô, las dos piezas anónimas del repertorio clásico que la compañía dirigida por Reijiro Tsumura presenta mañana y pasado mañana, Josep Maria Gual pone fin a su segunda etapa como director artístico de un teatro al frente del cual será sustituido por Andreu Morte. 'Me alegra cerrar este ciclo con una sorpresa', dijo Gual, 'un espectáculo no previsto al principio de la temporada y de tanta calidad artística como éste de teatro noh'.

Como buen japonés, Reijiro Tsumura, primer actor de la compañía, inició su parlamento con un encendido elogio al Mercat de les Flors, a Barcelona (y a Gaudí) y a España (y al flamenco) para, sólo después, adentrarse con cautela en la explicación de su arte centenario. 'El teatro noh', dijo Reijiro Tsumura, 'se considera un arte difícil incluso en Japón, donde últimamente ha habido, sin embargo, un renacer del interés por parte de los más jóvenes. Las dos piezas que hemos elegido son muy famosas y fáciles de comprender, porque hablan de cosas tan universales como la alegría que da el sake o el infierno de los celos. Las máscaras contribuyen a que se entienda el sentimiento'. Mostró entonces las hermosísimas máscaras de mujeres, dioses y diablos con las que los actores de teatro noh cubren sus rostros. 'Lo importante es que es la máscara la que posee al actor, no al revés', señaló.

Y sólo entonces dejó caer lo que desde Japón se ve, incluso por encima de la barrera lingüística, como el principal obstáculo para la difusión del noh: 'El teatro noh está imbuido por la filosofía zen y el simbolismo medieval, los movimientos se estilizan al máximo, de modo que al público puede resultarle monótono'.

Estética perdurable

¿Se han elegido estas dos piezas buscando su atractivo para un público occidental? 'Sí y no', respondió Reijiro Tsumura. 'No he querido mostrar piezas que sólo fuesen de movimiento, casi al estilo manga. También he buscado que mostraran esa mirada estilizada propia del teatro noh'.

Se trata, en cualquier caso, de una esencialidad que busca un despojamiento máximo, un mininimalismo que, en Japón, se remonta al siglo XIV, cuando Kan-ami y Zeami, padre e hijo, fijan las reglas de una estética teatral que ha perdurado, invariable, hasta nuestros días.

Shôjô pone en escena a un muchacho que vende sake y que, un día, se topa con una divinidad (Shôjô) de aspecto adolescente a la que gusta de beber sake y bailar: la divinidad le regala al muchacho una jarra de sake que nunca se vacía. Aoi no ue, a partir del Genji Monogatari, cuenta una historia de celos en la que el espíritu de una mujer abandonada por su esposo busca la venganza. 'El equivalente occidental de esta pieza de celos', explicó Reijiro Tsumura, 'vendría a ser, tal vez, Otelo o Carmen. La diferencia estaría en el desenlace que, en el teatro japonés, no es trágico. No hay venganza de sangre, sino que el espíritu atormentado se acaba convirtiendo en un diablo que al fin es purificado'.

La compañía de Reijiro Tsumura se compone de 12 intérpretes, de los cuales los cuatro músicos tocan tres pequeños tambores y una flauta y van puntuando la acción con sonidos guturales. Junto a ellos, el coro, compuesto en esta ocasión por sólo cuatro actores, recitan sus rítmicas salmodias, inmóviles, sentados sobre sus talones. Frente a ellos, en el centro de la escena y sin que apenas lleguen a moverse unos pocos pasos, están el shite, el tsure y el waki. Habitualmente, el teatro noh se acompaña con entremeses cómicos llamados kyogen. En este caso no ha venido con la compañía de Reijiro Tsumura ningún actor de kyogen.

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