La ciudad más antigua de Estados Unidos

San Agustín, una pintoresca ciudad de luz mediterránea en la costa este de Florida, concentra el carácter un tanto estrambótico de ese Estado y también la visión que se sigue teniendo de España en Estados Unidos. No la España de castañuelas, sino la de los conquistadores, palabra que aquí se usa en castellano.

Sus vecinos reciben el correo en buzones con forma de pelícano, comparten su extensa playa con tortugas que ponen sus huevos en la arena blanca y ejercen a tiempo completo la hospitalidad sureña propia de Florida.

Los nativos y los turistas crean un ambiente relajado, colorista y abierto. Cuando hace dos años el antiguo alcalde decidió prohibir los mimos y músicos callejeros que flanquean la calle de St. George, en el centro histórico, el pueblo protestó, obligando al consistorio a retirar la orden.

Asturianos y tinerfeños poblaron San Agustín a partir de 1565, cuando Pedro Menéndez de Avilés fundó la ciudad. El pionero Juan Ponce de León había desembarcado allí medio siglo antes, y desde entonces los españoles tuvieron que emplearse a fondo para defender su paradisiaco enclave del ataque continuo de los piratas y los ingleses.

Para la época en que Nueva York empezó a llamarse Nueva York, en el siglo XVII, San Agustín ya era un lugar centenario. Esto son palabras mayores en Estados Unidos. Y aún más para los 15.000 habitantes de San Agustín. Algunos de los que viven o trabajan en el centro histórico se ponen trajes típicos (fruto más de la creatividad personal que del rigor histórico) aunque no sea una fecha señalada. En esta parte de la ciudad, muchas de las casas figuran en los libros como las más antiguas del país.

Como la González-Álvarez House, hoy monumento nacional. En ella se estableció en 1723 Tomás González, un artillero del castillo de San Marcos, la inmensa fortaleza, similar a la de San Juan de Puerto Rico, que construyeron los españoles para defenderse de los ataques por mar, y que hoy es visitable como parte de la red de parques nacionales de Estados Unidos.

Calles íntimas de adoquines

En el centro de San Agustín están radicadas además la tienda más antigua o la escuela de madera más antigua del país. El Museo del Barrio Español y el Hospital Militar Español completan las citas de este entramado de calles adoquinadas, íntimas, coloridas, inevitablemente floridas y bien provistas de zonas verdes y cafés, tanto de día como de noche.

Si hoy Florida es un Estado predominantemente turístico se debe en parte a que, a finales del siglo XIX, el empresario Henry Flagler supo revitalizar la cultura y la arquitectura de San Agustín. Impregnó la ciudad de un estilo bautizado como revival del Renacimiento español, cuyas muestras más imponentes son el hotel Flagler-Ponce de León, hoy Universidad Flagler, y el Lightner Museum.

Como toda ciudad sureña que se precie, San Agustín tiene su lado menos luminoso, más recóndito: una granja de cocodrilos en las afueras, barrios de viejas casas desvencijadas a la sombra del musgo colgante junto a ciénagas que producen inquietud. La fantasía de lo antiguo acaba de una manzana a otra, y detrás de los edificios que fueron símbolo de la bonanza económica se alzan los barrios de la pobreza urbana americana. Incluso en su playa abierta al Atlántico, de una naturaleza feroz, al otro lado del gran puente de los Leones sobre el río Matanzas, se puede respirar este contraste entre el pasado recuperado y lo que naufragó en el olvido.