Globalización asimétrica, globalización hipócrita
En los países más pobres muchos piensan que su marginación de los circuitos de la globalización les hace más difícil salir de su postración extrema, aunque esto parezca paradójico a quienes en los países ricos se oponen a la globalización. Sin embargo, es cierto que el carácter asimétrico que en muchos ámbitos reviste la globalización dificulta su aprovechamiento por los países más pobres. El caso más extremo es quizá el de la liberalización comercial: los países ricos mantienen unas barreras comerciales injustificables hacia muchos productos de los países más pobres, que, sin embargo, han abierto sus mercados a las manufacturas de los ricos.
En otras ocasiones hemos distinguido ya entre globalización y globalismo. Este último concepto refleja la ideología neoliberal, según la cual el mercado mundial debe ser el único regulador del proceso de globalización. El actual Gobierno de EE UU ha dado nuevo impulso a estos planteamientos desde la toma de posesión de Bush a principios de 2001. Un ejemplo temprano fue el frenazo a las iniciativas para limitar los paraísos fiscales, tejidas laboriosamente en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) bajo el impulso de la presidencia de Clinton. A pesar de la evidencia del uso de paraísos fiscales para la evasión de impuestos y para el blanqueo de dinero del crimen organizado, al Gobierno de Bush los inminentes acuerdos contra los paraísos fiscales le parecían inconvenientes porque limitaban el mercado. Sólo tras los atentados del 11 de septiembre, y con la evidencia de que los paraísos fiscales también se usan para financiar las redes de terrorismo internacional, el Gobierno de EE UU ha vuelto a mostrar algún interés en la limitación de los canales opacos de circulación internacional de capitales.
Donde el globalismo retórico está mostrando mayor hipocresía es en la imposición de barreras comerciales que dificultan la importación de bienes. En marzo la Administración de Bush impuso un arancel del 30% sobre la importación de acero en EE UU. Inicialmente, los productores de acero de la Unión Europea y del sureste asiático serán los más perjudicados por esta medida. Pero eventuales reacciones defensivas en estas zonas pueden extender el perjuicio a los países en desarrollo productores de acero.
A finales de mayo el Gobierno de EE UU aprobó un paquete de subsidios agrarios a la producción que prevé incrementos de hasta el 80% en los pagos a agricultores. Las palabras de Bush en la firma del paquete de subsidios fueron claras: EE UU genera más producción agrícola de la que puede consumir, por lo que ha de exportar el 25%. Por tanto, aumentar las subvenciones es la única forma de garantizar la viabilidad de su agricultura. Añadamos que, según las estimaciones de Laura Tyson, decana de la London Business School, las tres cuartas partes de los pagos irán al 10% de los agricultores más ricos. Este gran paquete de subsidios tendrá efectos muy negativos sobre las exportaciones agrícolas de los países en vías de desarrollo. Y además perjudicará a la deseable tendencia a la rebaja de subsidios agrarios en el resto de los países más desarrollados, especialmente la UE y Japón, que constituyen una gran barrera comercial para los países más pobres.
La hipocresía comercial del Gobierno de EE UU tiene motivaciones claras. En noviembre de 2002 habrá elecciones legislativas parciales y se cruzará el ecuador hacia las próximas presidenciales. La protección del acero busca réditos electorales en los estados de Virginia del Oeste, donde Bush ganó sólo por 2000 votos, y de Pensilvania, que pretende ganar en la próxima elección. A su vez, los subsidios agrarios tendrán un efecto singular en los estados del Medio Oeste, donde se renuevan en noviembre algunos escaños del Senado, elecciones cuyo resultado se prevé que sea muy ajustado.
Hasta ahora la reacción de la UE a la intensificación del proteccionismo estadounidense ha sido decepcionante. La apuesta de la presidencia española de otorgar importancia sólo a la lucha contra el terrorismo en las relaciones con EE UU puede haber condicionado una respuesta económica de perfil bajo. Quizá debamos tomar nota de la táctica comercial de China. Ante casos parecidos, ha optado por analizar con detalle cuáles son los distritos electorales de resultado más ajustado en los estados favorecidos por el proteccionismo de EE UU. Una vez diagnosticados esos distritos, determina cuáles son sus productos básicos de exportación y anuncia represalias hacia esos productos. Obviamente, la táctica china se difunde con rapidez en EE UU a través de los lobbies de defensa de los productos afectados, que contrapesan la acción de los lobbies de los productos favorecidos por las barreras comerciales. Pura lógica de acción-reacción.
Pero, y esto es más importante, el auge del proteccionismo en EE UU puede tener consecuencias negativas para las próximas rondas de negociación para la apertura del comercio mundial. Esto generará nuevas frustraciones en los países más pobres, que necesitan mercados más abiertos para sus exportaciones a los países ricos. En fin, la hipocresía del globalismo acentúa la asimetría de la globalización. Por ello no es extraño que crezca el escepticismo sobre la viabilidad de una distribución más equitativa de sus beneficios potenciales.
Germà Bel es profesor de Política Económica de la UB y diputado socialista.
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