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GENTE

DICAPRIO VISITA DE INCÓGNITO LA THYSSEN

Leonardo DiCaprio ha venido a Madrid para acompañar a su amigo Tobey Maguire, estrella emergente de Hollywood y protagonista de Spider-Man. La hipótesis más verosímil es que los dos actores y su abundante corte -han llegado a la ciudad en avión privado una veintena de personas, entre amigos y ayudantes de la nueva estrella- se lanzarán de inmediato a sumergirse en el ritmo frenético de la noche madrileña. Pero DiCaprio tiene también otras aficiones, menos agitadas, más contemplativas. El lunes pasado se acercó al Museo Thyssen. Es decir, llamó para que le organizaran una visita privada. Y llegó, vió y venció. O lo que es lo mismo: llegó, quedó sorprendido por las maravillas de la colección y fue bastante feliz. Lo fue, sobre todo, con el famoso cuadro de Carpaccio, uno de los iconos del Thyssen. El paseo fue un tanto caótico: DiCaprio mostró ser un entusiasta de diferentes artistas y, conforme se acordaba de ellos, el rumbo se torcía para ir a la búsqueda de las obras que tuvieran en el museo. Pero fue ese desorden el que convirtió la visita en algo atípico (una joven estrella de cine que revela saber bastante de arte: la realidad siempre supera a la ficción). Caravaggio, los impresionistas, Rothko y Lucian Freud, he ahí los nombres de los artistas que produjeron en DiCaprio temblores de emoción y suspiros de alegría Esa íntima conmoción que dicen que desencadena la belleza.

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