Contrarrevolución
Llevamos demasiados años sin revoluciones en nuestro mundo occidental. La caída del muro de Berlín dio al traste con los restos de la última, aunque Bush no lo haya reconocido hasta ahora con la firma de unos supuestos tratados de desnuclearización con el pálido e impenetrable Putin. Ha declarado que así termina la guerra fría; pero el día siguiente, en una academia militar, declara otra contra 60 países. Guerra, dice él, contra el terror y los tiranos. Todo sigue en el terreno conocido de revolución-contrarrevolución, del que forman parte nada menos que la Francesa y la de Independencia de Estados Unidos, gracias a los cuales empezó a existir este mundo; y no digo la Revolución de Octubre porque está desprestigiada por el pensamiento único, que mantienen sobre todo los comunistas que participaron en ella y en sus consecuencias.
La revolución llamada ahora directamente terrorismo para no herir a los revolucionarios buenos (por ejemplo, los de la 'revolución nacionalsindicalista', que tuvo la virtud de ser una de las primeras en convertirse en contrarrevolución) crece en una tercera parte de las naciones del globo. La coincidencia de que esta mala gente sea la que no come debe ser puramente fortuita, como la de que los delincuentes en España coincidan con los emigrantes ilegales y algunos legales.
En consecuencia, es lógico que Estados Unidos cambie su filosofía histórica tradicional: en lugar de hacer guerras defensivas como toda su vida, tendrá que hacer guerras agresivas. Es también una materia de estudio para los filósofos de la historia sobre cómo han sido y cómo van a ser estas guerras, pero últimamente los filósofos sólo filosofan sobre su propio miedo. Hacen bien: es la base del pensamiento sobre la vida. Así, Bush atacará sin previo aviso a países de 'terroristas y tiranos', que no se sabe cuáles son. Unos interpretan que aludía a Irak, como es habitual; el Washington Post apunta directamente a Jordania y Arabia Saudí, cosa que debe haber puesto los pelos de punta a los amigos de Europa a los que ha visitado, y nuestro Andrés Ortega decía ayer que están más lejanos que nunca. Lo que les dejen estar: muy poco.
Entretanto, se le desmorona la CIA, el FBI y otras agencias: lo cual deja siempre en el aire saber qué pasó el 11 de septiembre y por qué.
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