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Reportaje:Mundial 2002 | Grupo G

'¡Qué chingue!'

'Italia es mucha Italia', consuelo de la hinchada ecuatoriana de Madrid

Cien mil inmigrantes ecuatorianos, el 80% en situación irregular, residen en Madrid. Pero ayer era imposible distinguir a los afortunados con papeles de los que se buscan la vida sin documentos entre la clientela que eligió el Rincón Ecuatoriano para ver el debú de su selección en un Mundial.

'Los mejores ceviches, buen ambiente familiar, los mejores artistas y una clientela distinguida'. Una octavilla verde anunciaba las excelencias de este pequeño bar de barriada pintado de colores vivos, plagado de recuerdos folclóricos de la tierra y coronado por una televisión con derecho a ver los partidos de Ecuador, un lujo al alcance de muy pocos entre la comunidad suramericana.

Las camisetas amarillas con el escudo ecuatoriano rivalizaban con los monos de obrero que lucía la concurrencia. Las jarras de cerveza corrían de mesa en mesa. Juan, que compartía los nervios con su novia, confesaba que se habá 'escapado' del trabajo, en un bar, para ver el partido: 'Era mucha la ilusión por ver a los nuestros. El resultado es lo de menos', matizaba con tono de entendido en la materia: 'Es que Italia es mucha Italia. Demasiada para nosotros. Ya está bien con participar'.

Ecuador pronto perdía por dos goles. Pero su hinchada no se rendía y animaba cada aproximación de los amarillos. '¡Qué chingue (fastidio)!', se quejaba un músico ambulante que se gana la vida por los vagones del metro. A su lado, la guitarra descansaba apoyada en un taburete y, junto a ella, un joven con varios aros en las orejas comentaba en voz baja que prefiere 'estar más con los españoles que con gente de la tierra; hay que mezclarse'.

En primera fila, Miguel se desesperaba con una ocasión fallada por Delgado y clamaba por que saliese al campo Kaviedes. A sus 24 años y con unas llamativas gafas de sol, aducía que le habían dado 'permiso' para ver el partido, pero que, en general, 'los españoles no se portan bien con los ecuatorianos, gente muy trabajadora y muy honrada'

Dos niños con la mochila de escolares aún en la espalda y que se disputaban el honor de ser 'el máximo goleador del cole' eran los más optimistas y creían hasta el final que el empate era posible. Una niña pequeña descansaba la cabeza mientras dormía con un dedo en la boca sobre la camiseta deportiva de su padre. 'La compré en una tienda del barrio. Hay que animar', decía sonriendo el progenitor, que añadía: 'Deberíamos estar más en el bar, pero muchos de nosotros tenemos patrones que son unos malujos y no nos han dado permiso'.

Y es que los horarios no favorecían precisamente a una comunidad que, principalmente, trabaja en la hostelería, en la construcción o en el servicio doméstico.

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