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El complejo de Rita (Cansino)

Los socialistas están de capa caída, eso es una evidencia. No sólo porque la globalización, la caída del muro, la reticencia de la gente a pagar sus impuestos y las múltiples incursiones piratas dialécticas de Felipe González, los ha descolocado, sino, sobre todo, por su manifiesta incapacidad para dar respuestas claras y directas a los problemas que realmente afectan a los ciudadanos

Los socialistas están de capa caída, eso es una evidencia. No sólo porque la globalización, la caída del muro, la reticencia de la gente a pagar sus impuestos y las múltiples incursiones piratas dialécticas de Felipe González, los ha descolocado, sino, sobre todo, por su manifiesta incapacidad para dar respuestas claras y directas a los problemas que realmente afectan a los ciudadanos.

¡Qué diferencia con los conservadores!, tan atentos al discurrir de la vida del común de la gente y con una respuesta precisa a cada una de las preguntas que verdaderamente les inquietan. Por ejemplo: ¿son los inmigrantes culpables por el mero hecho de serlo? ¿Será Gibraltar nuestro de nuevo, antes del verano, como prometió Piqué? ¿Se acabará, de una vez por todas la desidia en nuestras escuelas públicas? ¿Acabará siendo un buen negocio Terra Mítica? ¿Tendremos AVE antes del 2017? ¿Habrá agua y pensiones para todos? ¿Volverá el embajador de Marruecos? ¿Aprenderá Bush alguna vez a decir Aznar y no Ansar, como hasta ahora? ¿Se presentará Zaplana a las próximas elecciones? ¿Seguirá Ariel Sharon haciendo uso de su derecho a la autodefensa? ¿Se derribará el Teatro Romano de Sagunto, que en realidad no era romano del todo pero que ahora tampoco lo es y no le gusta (a quien yo me sé) que no lo sea? La respuesta, como pueden intuir, en todos los casos es, rotundamente, sí. Eso es claridad y no el discurrir errático de Zapatero, quien a estas alturas todavía no sabe si debe o no apoyar Operación Triunfo, tras la debacle eurovisiva del 25 de mayo; cuando es más que evidente que ésta fue orquestada por los conocidos masones de siempre, un puñado de antiguos comunistas bálticos dispersos por la zona, y esos rencorosos cachorros británicos (¡only two points!) que nos odian desde Felipe II; según denunció, acertadamente por TVE Uribarri.

Por eso pasa lo que pasa. En Francia, por ejemplo, en donde gobernaban los socialistas hasta hace poco, nadie duda de que éstos han sido los responsables indiscutibles del ascenso de Le Pen, todo el mundo lo sabe; entre otras cosas por su manifiesta incapacidad para hacer frente a la inmigración y la inseguridad, que al final viene a ser lo mismo, según nos recuerdan a menudo los telediarios. Y en Holanda, en Austria y en Italia, más o menos lo mismo. Pero no es sólo un problema de la Europa transpirenaica. En España, también pasa. Cierto que aquí los delitos proliferan bajo el gobierno del PP, pero, todos sabemos que, en el fondo, la culpa es del PSOE; por blandos y contemporizadores con los inmigrantes, en su día. Y no digamos en la Comunidad Valenciana, esa especie de Isla Jersey para delincuentes según las cifras, en donde ya empieza a ser urgente que J. I. Pla dé a la población las oportunas explicaciones.

O sea que si a usted le roban el bolso por la calle, y por casualidad su autor es un inmigrante, no lo dude y acuda raudo al juzgado a demandar a Jordi Sevilla, a Caldera o a Pepe Blanco (el político, no el cantante), porque al parecer ni Rajoy ni Camps se darán por aludidos. Estos ya lo avisaron en su día: no son partidarios.

Y es que hay que escuchar más a Felipe González, auténtico padre del socialismo moderno, desde mucho antes de que el flamante premio Príncipe de Asturias A. Giddens viera la luz mediática: caras nuevas las hay, pero proyecto, lo que se dice proyecto, no parece. Claro que eso lo dice él ahora, porque reconozcamos que en sus tiempos la cosa era más fácil y, además, estaba al revés. Había tan poco Estado y tan magros servicios públicos que bastó con invertir ingentes cantidades en ambos para que la gente diera saltos de alegría. Fue un socialismo de trazos gruesos, por así decirlo, pero muy efectivo, y, a pesar de las proclamas de Anguita, permitió definir con nitidez meridiana las dos orillas del espectro ideológico. Lo difícil es ahora, cuando el Estado ya no tiene buena prensa (por méritos propios, seguramente), nadie quiere pagar impuestos, los trabajadores ya no llevan mono azul, llegan los inmigrantes en masa, las clases medias se extienden por doquier, y los conservadores dicen, por el morro, que el Estado del Bienestar también es suyo, pero que lo quieren más eficiente. ¡Toma, y yo! Me gustaría ver a Felipe González en las actuales circunstancias, reclamando más policías ante un Aznar de liderazgo indiscutible, que rebosa cultura y modernidad por todos los poros, financia ONG solidarias y gobierna con moderación digna de elogio. Lo tendría francamente mal, porque, además, González tiene la culpa de casi todo (y él lo sabe); no sólo del contencioso con Marruecos, la crisis argentina, Gescartera, la huelga general y los paraísos del BBVA, sino, sobre todo, de que Zapatero se alzara con la victoria, por darle su apoyo a Bono, el muy ladino. Hasta J. A. Camacho lo ha visto: si la selección española no gana el mundial, sugirió, será por culpa de los periodistas deportivos de la SER, los cuales, como todo el mundo sabe, son del grupo Prisa, que pertenece a Polanco, quien es íntimo amigo de Felipe González. Es así, y no verlo es tener ganas de discutir.

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Total, que esto se va pareciendo cada vez más a Gilda, con un Felipe insinuante, en plan Rita Hayworth, susurrando: put your blame on mame, boys (o sea: echad todas las culpas sobre mí, chicos) mientras Aznar se apresta a darle una bofetada a aquél en la cara de Zapatero. Se la estaba ganando desde hace tiempo; por provocar al auditorio.

Andrés García Reche es profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia.

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