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'Recuerdo que cobraba unas 21.000 pesetas al mes, una ridiculez'

Ginés Donaire

Gaspar Gila García se pone de mal humor cuando escucha a quienes llaman vagos a los jornaleros andaluces del PER. Él es uno de los ejemplos más claros de que, a partir del subsidio agrario, pudo encontrar otras posibilidades laborales. De hecho, ya casi no recuerda cuántos años hace que no lo percibe. Lo hizo antes de casarse, pero pronto se dio cuenta de que no era algo para acomodarse. 'Recuerdo que cobraba unas 21.000 pesetas al mes [126 euros], más o menos igual que ahora, una ridiculez', dice.

Gaspar decidió dar un giro a su vida. Primero se recorrió media Andalucía trabajando como camarero en las ferias, y más tarde se hizo pintor. Todo ello le permitió, con el paso de los años, adquirir unas 500 olivas que le aportan un complemento a sus ingresos de pintor. 'Son olivas marginales que apenas me generan medio millón de pesetas [3.000 euros], pero algo es algo', dice Gaspar, para quien el PER es ya historia.

En cambio, su esposa, Mari Carmen León, lleva diez años percibiendo el subsidio agrario 'otro complemento a los muchos gastos de la casa', indica en un gesto de complicidad con sus tres hijas, Inés, Lola y Mari Carmen.

La esposa de Gaspar es una de las 200 perceptores del subsidio agrario en Pegalajar, un municipio de unos 3.000 habitantes de la comarca de Sierra Mágina.

Su alcalde, Alonso Cueva, de IU, asegura que el pueblo recibe unos 600.000 euros anuales entre los fondos del PER y del subsidio agrario, una importante inyección económica para un Ayuntamiento que maneja un presupuesto anual de 900.000 euros.

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