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Crítica:CLÁSICA | 'CONCIERTO PARA CLARINETE' DE HALFFTER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Intensidad poética

En Navidad de 1952, Cristóbal Halffter inició con triunfo su carrera con la Antífona para solos, coro y orquesta. Hace tiempo que el entonces benjamín de los Halffter ocupa un lugar significativo en la historia y la aventura de la música europea. Después del potente mensaje, la gran llamarada de su Quijote, el Concierto para clarinete, estrenado el año pasado en Saarbrücken y el viernes en Madrid, supone una demostración de algo ya sabido: la riqueza conceptual y expresiva, ideológica y formal de sus 'teclados'.Vaya por delante que se trata de música de apurado refinamiento, preciosismo atmosférico y ensimismado sosiego en la que apenas existen las 'sorpresas' dinámicas características del compositor madrileño. El concierto -casi media hora de suave intensidad poética-, utiliza el clarinete en cuatro de los 'tipos' que conforman esa familia instrumental, con lo que asume un protagonismo plural en su función incitadora como y en su sabia trabazón en la textura sinfónica. Como motor, el singular humanismo que resalta Alfredo Aracil.

Ciclo Orquesta Nacional

Director: C. Halffter. Solistas: E. Brunner, clarinete, y E. Marton, soprano. Obras de Carnicer, Halffter, Mahler y Wagner. Auditorio Nacional. Madrid, 24 de mayo.

Edouard Brunner (Basilea, 1939) es virtuoso concertista y pedagogo magistral, de modo que la obra que solicitara a Halffter quedó asumida, dominada y transmitida a la audiencia razonable como un teorema y sensible cual un paisaje distanciado. La Orquesta Nacional, llevada por Halffter con la autoridad indiscutible de ser su imaginador, trabajó muy bien y el público acogió el estreno desde una actitud responsable y una conciencia cierta de su categoría.

Los problemas laborales por los que pasa la ONE y su negativa a ensayos supletorios, hizo caer del programa Erwartung, de Schönberg, y, en cambio, la solista elegida -nada menos que Eva Marton- revivió con su arte inteligente las Canciones del viajero, de Mahler. Al final, tres números de Los maestros cantores. La obertura de Carnicer evidenció que fue un fiel seguidor de Rossini, sin ser por ello un Rossini español.

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