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Reportaje:

El 'efecto Pimentel'

El ex ministro de Trabajo provoca una sacudida en el PP andaluz al cuestionar públicamente sus métodos

Luis Barbero

¿Qué pretende Manuel Pimentel? ¿Por qué ahora? ¿Tiene aspiraciones de regresar a la política por tercera vez? Con sólo cuatro palabras -'golpe de mano antidemocrático'-, el ex ministro de Trabajo ha provocado una sacudida en el PP de dimensiones insólitas y un sinfín de elucubraciones.

Y es que la decisión del PP andaluz de destituir a la dirección de Córdoba presidida por Enrique Bellido ha tenido un efecto colateral inesperado en una formación acostumbrada a ocultar las discrepancias internas bajo una férrea disciplina. Cierto es que Pimentel, que dimitió como ministro en febrero de 2000, ha contrariado en este tiempo al Gobierno del PP en cuestiones como la inmigración o la reforma del desempleo, pero nunca se había pronunciado con tanta crudeza sobre temas domésticos. Y he aquí la novedad y el sobresalto.

'Ha ido contra las formas incorrectas de hacer política de algunas personas'
'Se siente liberado de cualquier compromiso político con nadie. Por eso dice lo que quiere'

Casi todos los dirigentes consultados interpretan que Pimentel ha querido dar un pescozón a la dirección regional por sus métodos, pero sobre todo al secretario general del PP, Javier Arenas, con quien formó un compenetrado dúo, de trabajo y amistad, pero que hoy está fracturado sin que aún estén muy claros los motivos.

'Quiere provocar a Arenas', afirma tajante un dirigente regional especialmente molesto con el ex ministro. 'Está dolido con Javier', comenta más moderado un veterano dirigente popular, que se muestra convencido de que Pimentel, en su época de secretario general del PP andaluz, también habría disuelto la dirección de Córdoba ante el enconamiento de la guerra entre los dos bandos en liza.

Este dirigente recuerda que Pimentel, junto con Arenas y un grupo reducido de colaboradores, puso patas arriba al PP andaluz a partir de 1993, y que para ello fue necesaria la laminación sin contemplaciones de buena parte de la vieja guardia.

Otro veterano dirigente, próximo en su momento a Arenas y Pimentel, muestra su extrañeza por lo ocurrido: 'No lo entiendo, no tiene motivos para estar rebotado porque fue ministro gracias a Arenas'.

En el entorno del ex ministro se subraya que éste sólo ha querido opinar libremente sobre un asunto que considera un desatino mayúsculo. 'Ha ido contra las formas incorrectas de hacer política de determinadas personas', afirma un antiguo colaborador del ex ministro que, sin embargo, rehúsa poner nombres y apellidos a los destinatarios del mensaje.

La certeza de que la crítica va dirigida a Arenas la basan otras fuentes consultadas en que Pimentel conoce a la perfección los mecanismos del PP (sigue como militante) y sabe que una decisión del calibre de Córdoba sólo se aplica con el impulso o la autorización de Arenas. En este sentido, una fuente del PP confiesa: 'Teófila no se ha enterado y Antonio Sanz entró porque ya estaba Arenas'.

En lo que sí coinciden todas las fuentes consultadas es en que Pimentel no tiene interés en convertirse en referente crítico del PP andaluz ni regresar a la política activa. 'Tiene interés cero por volver a la política. Su única aspiración es seguir en el mundo empresarial', señala una persona próxima a Pimentel. 'Se siente liberado de cualquier compromiso político con nadie, no va a volver y por eso dice lo que quiere', añade un dirigente provincial.

En el olvido ya el efecto Teófila, expresión acuñada por Arenas en 1999 para intentar vender la candidatura autonómica de Teófila Martínez como un revulsivo, el PP ha estado imbuido esta semana en el efecto Pimentel, una suerte de aturdimiento colectivo al atreverse uno de los suyos a cuestionar en público los métodos de la organización. 'No me cuadra, tenía que haber sido más prudente', dice un antiguo dirigente regional. 'Ha hecho muy bien porque ha dicho lo que piensa mucha gente', contradice un cargo institucional.

Un aturdimiento que ha apresado al propio Arenas, quien interrogado el viernes sobre esta cuestión, se limitó a replicar: 'Hay cuestiones que se comentan por sí solas'. Y nada más.

Pese a estos esfuerzos por minimizar u obviar la crítica, el impacto de ésta ha sido considerable, entre otras cuestiones, porque la impronta de Pimentel en el PP andaluz es enorme: la admiración y respeto que siempre ha suscitado entre los jóvenes, los cuadros medios y los dirigentes andaluces sólo resiste parangón con Arenas.

De ahí, de esta autoridad decisiva sobre este nutrido grupo de dirigentes, el valor de sus palabras. Y más si se tiene en cuenta que la estrategia de la actual dirección regional, liderada por Martínez y Sanz, es discutida, de momento en voz baja, por algunos dirigentes provinciales. 'La clave de todo está en que si el liderazgo del PP andaluz fuese más sólido aquí no habría pasado nada', dice un dirigente.

En el entorno de Pimentel se limita lo ocurrido a un hecho puntual y se destaca que cuando se diluya la polvareda el ex ministro volverá a sus cuarteles de invierno. 'Lo ha hecho porque considera que Bellido ganó el congreso provincial democráticamente y no había motivos para la destitución, no hay más', asegura una fuente próxima al ex ministro.

Y lo cierto es que Pimentel no tiene una relación estrecha con Bellido. De hecho, la tiene mucho más profunda con algunos componentes del sector crítico, abanderado por el eurodiputado Juan Ojeda, que ha sido rescatado para aglutinar a los descontentos con Bellido, entre los que se encuentra María Jesús Botella, cuñada de José María Aznar.

En realidad las agarraderas internas de Bellido, a quien sus críticos desdeñan diciendo que ganó el congreso gracias al voto de los catetos (de los pueblos), están en Madrid. Como senador, Bellido ha trabado buena relación con dirigentes como el ministro Ángel Acebes, Pío García Escudero o Esteban González Pons.

Esta lejanía de Bellido es aducida en el entorno de Pimentel para recalcar este carácter puntual de la crítica. Pero el hecho insólito de que un dirigente histórico haya cuestionado de una manera tan abierta los métodos del PP ha dejado desconcertados a casi todos, en especial a los dirigentes regionales, que han optado por no darse por enterados.

Unos dirigentes de los que Pimentel se ha distanciado a marchas forzadas desde que dimitió como ministro y abandonó la política, hace ya 28 meses. Ahora, Pimentel mantiene un contacto fluido con Amalia Gómez, con quien compartió tareas en el ministerio y que dejó la política casi a la par que él. En su momento, ambos fueron arrastrados por Arenas a Madrid para dirigir con él el Ministerio de Trabajo y ambos han dejado la discreción de la vida privada en los últimos días por diferentes razones: Pimentel, por la crítica a su partido, y Gómez, porque el PP la ha incluido en una encuesta electoral en Sevilla capital de cara a las elecciones municipales de 2003 pese a haber dejado la política activa.

Pese a la carga de profundidad de la crítica de Pimentel, son pocos los dirigentes del PP que arremeten contra él, que para muchos era, en 1999, el candidato idóneo para tomar el relevo de Arenas en Andalucía. 'Ahora no se le puede desacreditar', dice un cargo del PP.

Sean cuales fueren los motivos de Pimentel, lo cierto es que las aparentemente aguas tranquilas del PP se mueven en el efecto no deseado por sus mandatarios.

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Sobre la firma

Luis Barbero
Es subdirector de Actualidad de EL PAÍS, donde ha desarrollado toda su carrera profesional. Ha sido delegado en Andalucía, corresponsal en Miami, redactor jefe de Edición y ha tenido puestos de responsabilidad en distintas secciones del periódico.

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