Un estreno esperado
El estreno de Maror (ópera compuesta entre 1953 y 1956) era una vieja reivindicación del mundo musical valenciano, liderada por el ya desaparecido López-Chavarri Andújar y Salvador Seguí. Desde otros ámbitos, creadores como Ángel Mingote y Vicent Andrés Estellés ('...Et recorde. No oblide / res de res. Et recorde / Torne a escriure, Palau./ Com tu volies. Com / jo no volia ja') expresaron su adhesión a un compositor que fue, de hecho, un referente para la Valencia de su época y que, sin embargo, no pudo ver representada su principal obra para la escena.
Conseguida ya la financiación, hubo que vencer las reticencias de Xavier Casp, autor del libreto, que pretendía cambiar el texto escrito por él mismo en los años cincuenta (con un valenciano normativo) para adaptarlo a la variante secesionista. Se pudo así llegar al estreno del jueves donde, en un difícil equilibrio, se encontraron el propio Casp, recibiendo aplausos por un libreto que ahora ya no le gusta, los herederos del compositor, que han guardado celosamente los originales y se han negado a cualquier clase de cambio, los responsables del Palau, promotores del estreno tras publicar durante años los programas en un valenciano plagado de faltas de ortografía, una decena de miembros del Grup d'Acció Valencianista que silbaban frenéticamente a la salida, y un público -el del Palau- que, en su mayoría, rara vez utiliza el valenciano: ni el normativo ni el otro.
Maror (versión de concierto)
De Manuel Palau, con texto de Xavier Casp. Orquesta de Valencia. Cor de la Generalitat valenciana. Escolanía de Nuestra Señora de los Desamparados. Director: Enrique García Asensio. Solistas: Ana Mª Sánchez, Mª José Martos, Marina Rodríguez Cusí, Cristina Faus, Vicente Ombuena, Ismael Pons, Alberto Feria, Vicente Antequera, Ignacio Giner y Carmen Avivar. Palau de la Música. Valencia, 25 de mayo de 2002.
Entre toda esta marejada, toda esta maror, sonó la música de Palau. Música con momentos interesantes -como el cuarteto final del segundo acto, o la canción de cuna del tercero- que, sin embargo, hubiera dejado más satisfechos a los oyentes de los años cincuenta. El costumbrismo, especialmente presente en las danzas del segundo acto, resulta bastante ajeno a los espectadores del siglo XXI. Ciertamente, los actos primero y tercero optan por soluciones más modernas, más atrevidas, pero ni el libreto ni la música acaban de desgajarse de una estética voluntariamente anclada en terreno seguro, con una alternativa estilística donde las resonancias folklóricas están todavía demasiado presentes. Los dramas rurales -o marineros- resultan de difícil encaje tras la segunda guerra mundial. Porque nuestro ámbito, el ámbito de todos, no se reduce ya a un pueblo o a una playa. Nos guste o no, se ha ensanchado bastante.
Maror tiene, en cualquier caso, una factura excelente que revela el oficio del compositor. Le falta la magia que convierte en creíbles a los personajes y las situaciones. La responsabilidad de esa ausencia, en este caso, parece repartirse a partes iguales entre el libreto y la partitura. Ni la historia, excesivamente tremebunda, ni la música, que no logra salvar las limitaciones dramáticas del libreto, consiguen convencer como conjunto, aunque, sin duda, resulten emotivas en determinados episodios.
Por otra parte, la obra hubiera exigido voces con un cuerpo mayor. Sólo Ana María Sánchez pudo exhibir sus cualidades vocales. El resto apareció tapado sin compasión por la propia textura orquestal y por la batuta inmisericorde de García Asensio. El ajuste de los intérpretes tampoco tuvo en la dirección el apoyo ideal, subrayándose más los aspectos anecdóticos que la línea conductora del drama. En definitiva: tras esperar tanto tiempo, Manuel Palau hubiera merecido una lectura bastante más trabajada.
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