Más árboles y menos coches
Ayer por la mañana, paseando por la plaza de abastos de la Encarnación, de Sevilla, observé a unos hombres que cortaban ramas de los árboles con unos aparatos eléctricos que, al cortar las ramas, casi me dolía a mí. Temiéndome lo peor, me acerqué y les pregunté que por qué cortaban las ramas, a lo que me respondieron que tenían que cortar los árboles enteros para el nuevo aparcamiento de la Encarnación. '¡Muy bonito', exclamé indignado, 'ésa es la política que nos imponen: más coches y menos árboles!'.
Más allá de la anécdota, lo que sí me parece absolutamente preocupante y grave es el tipo de racionalidad que el sistema nos ha impuesto, el tipo de mundo que ha construido y, como consecuencia, el tipo de hombre y de ciudadano que se está construyendo.
Ya no es sólo que se destroce la solera de un barrio como la Alameda para hacer el polémico párking (por supuesto, contra la oposición militante de cientos de sevillanos, de dentro y de fuera del barrio); ya no es que nos levanten las ciudades para pasar los cables de las plataformas digitales, ya no es que maten los árboles de la plaza de abastos de la Encarnación... Se trata de un mundo salvaje, cada vez más antiecológico, donde lo único que impera es el interés oligárquico de las grandes multinacionales (siendo unas de las más importantes, las del sector del automóvil), a cuyo servicio se construyen las ciudades, los barrios, los programas políticos y, si me apuran, el corazón humano.
Y el alcalde de Sevilla, obviamente, tiene aquí una enorme responsabilidad. Don Alfredo Sánchez Monteseirín: ¿Ése es el socialismo que usted hace: colaborar políticamente en el diseño de la ciudad posmoderna, una ciudad con cada vez más negro del humo de coches, y menos verde de árboles?
Por favor: colaboremos todos por un mundo más verde, que será un mundo con más calidad de vida y con más esperanza.
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