El Papa no pudo bajar solo del avión ni leer su discurso en Bakú
El viaje que inició ayer Juan Pablo II en Azerbaiyán, el número 96 de su pontificado, está marcado por su delicado estado de salud. El Papa tuvo que recurrir a medios mecánicos para subir y bajar del avión, recorrió en una peana móvil la escasa distancia que le separaba del podio que ocupó junto al presidente azerí, Heidar Aliev, en el aeropuerto de Bakú, y tampoco fue capaz de leer más que el primer párrafo de su discurso de saludo al pueblo azerí. Pálido, tembloroso debido al Parkinson, que le afecta ya a ambas manos, Karol Wojtyla parecía al borde del colapso en la ceremonia de bienvenida.
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