El Papa no pudo bajar solo del avión ni leer su discurso en Bakú
Juan Pablo II visita Azerbaiyán, una república ex soviética con sólo 120 católicos
El viaje de Juan Pablo II a Azerbaiyán, el número 96 de su pontificado, pasará a la historia no por su contenido apostólico o político, sino por ser el primero en el que se ve obligado a recurrir a medios mecánicos para realizar los más mínimos desplazamientos. El Papa ya no puede subir las escalerillas del avión, al que fue izado con una especie de ascensor. Ese sistema se usó para bajarlo de la aeronave a su llegada a Bakú. Una vez en tierra, recorrió en una peana móvil la escasa distancia que le separaba del podio que ocupó junto al presidente azerí, Heidar Aliev.
Juan Pablo II tampoco fue capaz de leer más que el primer párrafo de su discurso de saludo. La voz se le quedó en un susurro. Pálido, vacilante, sacudido por los temblores del Parkinson que le afectan ya a ambas manos, Karol Wojtyla parecía al borde del colapso en la ceremonia de bienvenida, mientras desfilaban por delante las autoridades locales.
El Vaticano no renuncia a exhibir el sufrimiento del Pontífice, pero, consciente de su alarmante estado, que ha generado un morboso e inevitable interés en todos los medios de comunicación, intenta protegerle, en la medida de lo posible, de la curiosidad informativa. El Papa bajó del avión por la puerta delantera del lado opuesto a la que normalmente se utiliza. Se evitaba así el espectáculo de verle descender en una especie de pequeño montacargas, y, sobre todo, se impedía a las cámaras de televisión y a los fotógrafos inmortalizar el momento.
Un detalle de pudor que no consigue acallar la pregunta que millones de personas se hacen: ¿qué ha venido a hacer el Papa en Azerbaiyán? La ex república soviética, de poco más de siete millones de habitantes, está poblada casi exclusivamente por musulmanes. Sólo hay 120 feligreses que se reúnen a rezar en un modesto chalé donde se alojan también los tres padres salesianos que representan a la poderosa Iglesia católica. Hay quien ha bromeado incluso a propósito de esa cifra y aducen que habría sido mucho más económico y sencillo fletar un avión con los católicos azeríes y llevarles al Vaticano. Por no existir, no hay siquiera una nunciatura apostólica, un obispado en el que Wojtyla pueda alojarse. El coche (nada de papamóvil esta vez) que le llevó desde el aeropuerto al palacio presidencial recorrió calles solitarias, inmensos descampados repletos de chabolas o bloques de casas modestísimas de un Bakú que reúne ya a 1,7 millones de personas. La independencia del país, en 1991, no ha traído riqueza ni verdadera libertad a Azerbaiyán, gobernado por un superviviente del régimen soviético, Heidar Aliev. En el discurso de Wojtyla a la clase política, a los artistas e intelectuales del país, en el acto celebrado en el palacio presidencial, se hacía un llamamiento a la 'honestidad' que debe guiar a todo Gobierno sometido a un control democrático.
El Papa entró y salió del edificio subido en la peana móvil que utilizó por primera vez en la ceremonia inaugural del Jubileo de 2000, en diciembre de 1999. Todo indica que está destinada a convertirse en un objeto imprescindible en los próximos desplazamientos del Pontífice, que ha decidido seguir adelante como 'mensajero de paz' hasta que las fuerzas le abandonen definitivamente.
Ayer lo dijo explícitamente ante los representantes de la clase política, artistas e intelectuales azeríes: 'Mientras me quede voz, gritaré: paz, en nombre de Dios'. Wojtyla recordó que ha habido ya demasiadas guerras en nombre de ese Dios al que cada religión otorga un perfil y una historia. Y reclamó una vez más el rechazo enérgico del fundamentalismo.
Un hotel extraterritorial para Wojtyla
El Isrhad, un modesto hotel en un barrio residencial de Bakú, fue ayer residencia oficial del Papa en este país que ignora casi por completo al catolicismo. Karol Wojtyla se convirtió así en el primer papa de la historia obligado a alojarse en un hotel, como un común mortal, a falta de nunciatura apostólica u obispado de acogida. Para resolver el pequeño conflicto diplomático de esta original situación, el Gobierno azerí concedió categoría de sede diplomática al Isrhad, que durante la estancia del Papa ha gozado de extraterritorialidad. Azerbaiyán ha brindado a Juan Pablo II una acogida oficialmente cálida, en la seguridad de que su presencia atraerá un poco de la atención mundial sobre este pobrísimo país, que pese a la enorme riqueza en petróleo y gas natural tiene una renta per cápita de apenas 500 euros por habitante.
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