Un triunfador
Por primera vez en el ciclo de Grandes intérpretes ha actuado el cuarteto Alban Berg, de Viena, casi familiar para el público del Liceo de Cámara. Formado en 1970, dos de sus fundadores permanecen en sus puestos -el primer violín, Günter Pichler, y el violonchelo, Valentín Erben- mientras Gerhard Schulz sucede a Klaus Mätzl, en 1978, y el viola Thomas Kakuska a Matto Beyerle, desde 1981. La personalidad del conjunto permanece en su buen hacer camerístico y en su criterio de atender al gran repertorio y a las creaciones contemporáneas.
Esta vez, el Alban Berg vino en unión del joven y ya prestigioso pianista italiano Gianluca Cascioli (Turín, 1979), premiado a los 15 años en el Concurso Umberto Micheli por un jurado en el que se encontraban Luciano Berio y Maurizio Pollini. Desde entonces -1994-, la carrera de Cascioli tiene el horizonte despejado gracias a unas calidades técnico-expresivas especialmente apreciadas en su presentación madrileña de 1999. Es un triunfador.
Grandes intérpretes
Ciclo de Scherzo-EL PAÍS. Obras de Wolf, Schumann y Brahms. Gianluca Cascioli, pianista, y el Cuarteto Alban Berg. Auditorio Nacional. Madrid, 21 de mayo.
El programa, vario y atractivo, añadía al ambiente brahmsiano dominante este curso el romanticismo de Schumann y la salutación de la Serenata Italia, de Hugo Wolf, escrita en Viena entre el 2 y el 4 de mayo de 1887. Con algunos de sus muchos lieder, esta breve página (charmant sans plus, como escribe Rostand) ha sido durante mucho tiempo lo más popularizado de su autor.
De Robert Schumann, un arquetipo del más intenso romanticismo alemán, escuchamos el Cuarteto en la mayor, número 3 de la op. 41, dedicado a Mendelsson, expuesto con rigor, claridad, exactitud y elevación, antes de que Cascioli abordara los Estudios sinfónicos, op. 13, de 1834. Se trata, como es sabido, de una de las demostraciones de mayor belleza y mejor trabajo dentro del campo de la variación entendida en todas sus posibilidades. Cascioli otorgó a las primeramente proyectadas Variaciones patéticas unos tintes intimistas que sobrenadaron su virtuosismo magistral, con lo que los cerrados aplausos de la audiencia se prolongaron largamente. Para final, el Quinteto en mi bemol, op. 44 (1842), absolutamente 'fuera de serie', impuso las razones más profundas del pensamiento y el sentir schumannianos con una veracidad impactante. Y por si fuera poco, a la hora de conceder una propina, gozamos de la dolorida serenidad de Brahms -el genio anunciado por Schumann- con una hermosa interpretación del Andante del Quinteto en fa menor, op. 34, 'algo más bello de lo que se puede expresar con palabras', para Hermann Levi.
Babelia
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