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Las mujeres toman el relevo

El perfil de las personas que deciden adornar su cuerpo está cambiando a pasos agigantados. El estereotipo del legionario o el macarra ha pasado a la historia. Ahora, el aficionado al piercing y/o al tatuaje es, según los profesionales del sector, mujer, de 21 a 26 años y asalariada de clase media. 'Nuestros clientes son en un 70% de mujeres que se tatúan omóplatos, tobillos y zona lumbar. Mientras que las perforaciones que más nos piden son en la lengua, el ombligo, las cejas y la barbilla', explica Josh Grady, propietario de un establecimiento de arte corporal. En los hombres la edad sube ligeramente, entre los 23 y los 30 años, y se decoran biceps, espalda o piernas.

Para M. C., sevillano de 32 años que prefiere las iniciales, se trata de un paso importante en su vida. 'Es algo muy personal, que hace que te sientas diferente. Mis padres no lo ven bien, así que supongo que será una forma de rebeldía', dijo ayer M. C. después de pasar más de dos horas tumbado en una camilla para lucir un tatuaje en forma de brazalete, como los que se hacen los nativos de Polinesia. 'No duele, es molesto por la postura. Cuando te tatúas es algo que llevas madurando mucho tiempo y te cuesta decidirte', comenta el sevillano que se dedica a la hostelería.

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M. C. se hizo el primer tatuaje con 21 años. Ahora tiene tres, con el brazalete que se llevó puesto ayer. 'Quiero hacerme uno en el pie, pero no me planteo si será dentro de dos semanas o dos años', asegura.

'El pendiente en la lengua, al contrario de lo que pueda parecer, cicatriza muy bien. Quizás es la perforación en el ombligo la que necesita más cuidados', comenta Grady, quien se toma su trabajo como un arte.

Precisamente Grady ha realizado las perforaciones para una de las obras que presenta hoy el artista Javier Velasco en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla. En este caso, que aparece en soporte fotográfico, no son pendientes sino frágiles lágrimas de vidrio las que atraviesan los cuerpos de los modelos.

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