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Columna
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Arquímedes y la sucesión

Acaba de asegurar José Luis Rodríguez Zapatero, líder del Partido Socialista, en sus declaraciones del domingo a Soledad Gallego-Díaz (véase la edición de EL PAÍS), que 'Aznar gobierna limitado por su sucesión'. Ventaja que regalan, debería haber concluido el líder socialista, ajeno como está a esas limitaciones. Claro que antes debería verificarse si la renuncia terminante de José María Aznar a presentarse de nuevo como candidato a la Presidencia tiene y sólo tiene ese denunciado efecto limitador. Desde luego, la renuncia de Aznar elimina tantas incertidumbres como plantea. Tiene doble filo. Permite operar con parámetros fijos que, sin esa decisión de retirada voluntaria, hubieran tenido la condición de variables independientes, pero desde la perspectiva de un observador atento parecería generar un sistema irresoluble de partida, con más incógnitas que ecuaciones.

Aseguran sus hagiógrafos que el proceder de Aznar carece de precedentes históricos, pero sin irnos muy lejos en el tiempo ni en el espacio los datos disponibles desmienten semejante aserto. Ahí está, por ejemplo, el primer ministro portugués António Guterres, que optó por renunciar después de unas elecciones municipales donde su posición para nada estaba en juego, o el caso del primer ministro de los Países Bajos, Wim Kok, que anunció de modo muy anticipado su incomparecencia a la pasada convocatoria electoral. En todo caso, hemos de aceptar que en la decisión de Aznar hay elementos originales porque el líder del PP toma su decisión cuando parece encontrarse en el punto culminante de la victoria. Se beneficia del factor sorpresa. Anuncia su retirada a finales de enero mientras está dando la vuelta al ruedo como gran triunfador del Congreso del PP, premiado con las dos orejas en medio de aclamaciones sin cuento, que en modo absoluto le aturden.

Dixon, autor de cabecera, habla de lo que los ingenieros de comunicaciones llaman ruidos en el sistema a los que se encuentra sometido el general durante la batalla y que debe filtrar del total de informaciones recibidas en momentos de extrema tensión y confusión. Algo a lo que aludía Masena al reconocer que tenía 'unas facultades mentales que se redoblaban en medio del estruendo de los cañones'. Ahí están para confirmarlo las imágenes del golpe del 23-F con el general Manuel Gutiérrez Mellado impávido mientras Tejero y sus secuaces disparan sus armas. Y no olvidemos que las ovaciones del campo propio tienen muchas veces efectos más letales que la pólvora de los adversarios. La cuestión a examinar es que un hecho improbable o inesperado contiene más información, es decir, reduce más incertidumbre que uno esperado aunque, al mismo tiempo, un hecho sorprendente es procesado con mayores dificultades. Por eso, es a partir de estos principios como debemos aplicarnos a la comprensión del momento actual de la política española, enfrentada desde ahora al relevo del que venimos hablando. Un relevo para el que carecíamos de entrenamiento previo.

Algunos conceptos como la velocidad de escape y la fuerza de la gravitación pueden ayudarnos en esta tesitura. Se diría que el presidente Aznar sigue acelerándose hasta alcanzar esa velocidad de escape que le permita situarse en la nueva órbita, pero nadie debe pensar que ese proceder deriva del desinterés radical propio de quienes por despecho o inconsciencia se instalan en el après moi le déluge. Aznar pretende controlar el proceso del posaznarismo. Nuestro empeño debe, pues, concentrarse en descifrar algo parecido a aquel enigma evangélico del 'dentro de poco no me veréis y dentro de poco me volveréis a ver'. Por eso, en la carrera sucesoria, sin un reglamento claro pero con un calendario decidido, cunde el desconcierto. Nadie sabe qué méritos van a computarse, ni tampoco hay nada garantizado para el vencedor porque la Presidencia del Gobierno es un legado intransmisible. Pero el principio de Arquímedes asegura que todo candidato sólido sumergido en el fluido sucesorio experimenta un empuje crítico hacia arriba igual al peso del líquido que desaloja. Les esperan pronunciamientos clarificadores. Atentos.

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