Saber y ganar
Cuando un programa fracasa, los afectados suelen lamentarse y apelar al trabajo invertido y a la entrega de su maravilloso equipo. Cuando un puente se hunde, en cambio, se cuantifican los daños y, si hay negligencia, se empapela al culpable. La mitificación del esfuerzo televisivo alcanza proporciones que, a veces, rozan lo ridículo.
Mea culpa
Grandiosas y Estudio de actores, últimas víctimas de la ley de la hospitalidad catódica, no pueden quejarse del criterio de programación y deberán encontrar las razones de su estruendoso pinchazo no en un enemigo exterior sino en sus propias carencias. Seguro que hay circunstancias ajenas al programa que influyeron en el batacazo, pero, en general, todo depende del equilibrio entre errores y aciertos. Dicho de otro modo: así, así, así pierde el Bayer Leverkusen.
El Madrid me mata
El lunes, Valdano acudió a El primer café y fue regateando a unos contertulios que manejaron tópicos sobre un fútbol que insiste en alejarse de sus orígenes. La victoria de Glasgow desmintió el anuncio de Nike en el que el equipo de Figo y Roberto Carlos pierde. Además, sirvió para agravar la malsana envidia de los que nos declaramos culés y para desplegar un disuasorio muestrario de señuelos infocomerciales. Pese a la euforia pluritelevisada, sin embargo, se vivieron minutos de auténtica emoción futbolística: ese atrevimiento de los chavales de barrio que, como Casillas y Zidane, se juntan para defender la memoria de su infancia. Es esa memoria que tan bien describe el argentino Eduardo Sacheri en su libro Esperándolo a Tito, una magistral colección de cuentos en la que el autor le acaba pidiendo a Dios que en el paraíso haya una cancha de fútbol con su césped verde, bajo la lluvia, con el olor a pasto mojado. Como en Glasgow: paraíso blanco, 'divino de la muerte', que diría Raquel, la gran villana de Gran Hermano, que, para más inri, es del Barça.
Vuelve Franco
Joan Ramon Mainat, tercer lado del triángulo Gestmusic, opina que Rosa debe de ser la persona más querida del país. Las imágenes de Triunfomanía o sus temerarios abrazos con Dorian Parada en Cine de barrio así lo confirman. El amor por teleprotagonistas a los que no conocemos recuerda nuestra actitud con las mascotas: les tomamos cariño sin su permiso. De todos modos, mejor que la gente quiera a una Rosa desconocida que no que se pirre por otros a los que conoce de sobra. En La 2, sin ir más lejos, anuncian un pack de películas franquistas sobre la guerra civil que recuerda los tiempos en los que este país amaba tanto a Paco, el artista anteriormente conocido como Caudillo. Por cierto: si Franco levantara la cabeza, se moriría del susto al ver a su pariente Pocholo Martínez Bordiú en televisión (Pocholo es a Antena 3 lo que Coto Matamoros a Tele 5).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.