Por el camino del agua
Este cañón ahondado en el granito por el Manzanares es la vía más bella y directa para acceder a la Pedriza
Dentro de unas semanas, hacia el 40 de mayo, se reproducirán en el control de acceso a la Pedriza las habituales colas de vehículos atiborrados de niños en bañador, neveras portátiles color azulón y sillas plegables oferta Carrefour, más propias de la frontera de un país en guerra que de un pacífico paraje natural. Además de restringir el acceso a 250 coches -causa de tales atascos, pues hasta que no abandona uno el parque, no puede entrar otro-, las autoridades suelen anunciar un brote de salmonella en el Manzanares para espantar al dominguerío, pero éste, ni caso: después de aguantar dos horas parado a pleno sol, se bañaría hasta en el líquido de los frenos.
En otros espacios naturales españoles donde concurren parecidas multitudes -como Ordesa o el alto Esera- se ha optado por prohibir el paso a los vehículos particulares y crear un servicio alternativo de autobuses con salida desde el pueblo más cercano. Si así se hiciera en la Pedriza -un autobús desde Manzanares El Real hasta Canto Cochino-, se acabarían las colas fuera y los coches dentro del parque; los domingueros, no pudiendo embarcar su voluminosa impedimenta, se lo pensarían dos veces; y, de paso, se estimularía -pues el autobús no sería gratis, ni saldría cada cinco minutos- el uso de las viejas vías de acceso peatonales, las más bonitas, saludables y naturales, cual es la garganta Camorza.
En el collado de Quebrantaherraduras, la vista de la Pedriza roza la perfección
La garganta Camorza es un corredor de dos kilómetros que el río Manzanares ha ido ahondando siglo a siglo en belleza y en metros, hasta darle los hermosos 200 que hoy tiene. Un corredor de granito que invita a adentrarse en la Pedriza desde el aparcamiento del Tranco, a tres kilómetros de Manzanares, para, dejando atrás los últimos quioscos y chalés, avanzar siempre con el río a mano izquierda, admirando sus rabiones, sus saltos y sus pozas de aguas tan claras que, más que verse, se suponen. Tampoco se ven muchas señales de humanidad: sólo un pequeño embalse y varios tramos empedrados de camino, muy útiles para no darse una culada en las lanchas pulidas.
Es tal la salvajez de la garganta que ésta se abre y se esfuma, como medrosa, en cuanto aparece el primer signo claro de civilización: un chiringuito que pinta aquí, en la orilla del río bravo, lo mismo que un perro en misa. Junto a este anacronismo, monumento al descontrol urbanístico-administrativo-festivo-ribereño de mediados del siglo XX, una pontezuela de cemento permite cruzar el Manzanares y seguir subiendo por un ancho camino de tierra hasta avistar Canto Cochino, otro punto negro, o más bien grano reventón de bares-miseria y de los 250 vehículos que entran en la Pedriza.
Menos mal que unos metros antes de Canto Cochino arranca a la izquierda, en dirección contraria a la que traíamos, la senda de Quebrantaherraduras. Se trata de otra vía anterior a los coches, ahora acondicionada como senda didáctica con paneles informativos, y bien señalizada con letreros de madera, que nos va a acompañar hasta la salida del parque salvando el portacho o collado de Quebrantaherraduras, donde la vista panorámica de la Pedriza roza la perfección.
Después de cortar la carretera en seis ocasiones, la senda arriba al control de acceso a la Pedriza, por el que saldremos a punto de cumplirse dos horas de paseo. Una hora más nos llevará el regreso por el exterior del parque, sin contar el tiempo que dediquemos a visitar el cercano Centro de Educación Ambiental. Jardines de plantas aromáticas y de rocas, un arboreto, un acuario, un observatorio de aves y una Pedriza en miniatura son algunas de las cosas que se pierden casi todos los que visitan la Pedriza grande, porque les da pereza apearse del coche.
Avanzando hacia Manzanares El Real junto a la carretera, allí donde ésta describe una curva de 90 grados a la derecha, nos desviaremos a la izquierda para seguir por una calle asfaltada entre chalés y, al final de ésta, doblaremos de nuevo a esa mano por el camino que lleva a la ermita de Peña Sacra. Poco más allá del santuario se puede cruzar el Manzanares por un puente. Río arriba, en el límite civilizado de la garganta, está el Tranco.
Paseos gratuitos con guía
- Dónde. Manzanares el Real dista 53 kilómetros de Madrid y está bien comunicado por la autovía de Colmenar (M-607), tomando por la carretera M-609 pasado el kilómetro 35 y luego por la M-608 a la izquierda. Desde Manzanares hay que continuar en coche otros tres kilómetros por la carretera del Tranco -está indicada a la salida del pueblo, antes de cruzar el río-, para echarse a andar desde el aparcamiento habilitado al final del asfalto. Hay autobuses hasta Manzanares (tel.: 91 359 81 09) desde la plaza de Castilla.
- Cuándo. Ruta circular de nueve kilómetros y tres horas de duración, con un desnivel acumulado de 150 metros y una dificultad baja, recomendable en cualquier época del año, pues es imposible de perder incluso en los peores días del invierno y ofrece el consuelo de poder bañarse en las pozas cuando más aprieta el calor.
- Quién. El Centro de Educación Ambiental del parque regional de la Cuenca Alta del Manzanares (tel.: 91853 99 78) da información sobre sendas señalizadas en la Pedriza y organiza excursiones gratuitas con guía. Está abierto todos los días de 10.00 a 18.00.
- Y qué más. Cartografía recomendada: mapa de La Pedriza del Manzanares, a escala 1:15.000, de La Tienda Verde (calle de Maudes, 23 y 38; teléfono 91 534 32 57).
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