Rechazo a Hollywood
Hollywood ending es una obra aparentemente amable, pero en el fondo es abrupta e incluso dura, además de uno de los filmes más fríos, abstractos, casi geométricos, además de mejor y más meticulosamente elaborados, de los 34 que en 35 años ha hecho este fértil, y con pinta de inagotable, cineasta solitario, a quien le preguntaron ayer si este fantasmagórico Hollywood ending significa su reconciliación con el Hollywood real, a lo que Allen respondió forzando el gesto hasta la caricatura de un hombre hosco: 'Sigo rechazando esa máquina de amasar millonadas a toda prisa con filmes frecuentemente sin interés y sin el menor riesgo'.
Y añadió Allen: 'Yo no había venido nunca aquí, pero en cambio sí han venido algunas películas mías. La última creo que fue, hace 15 años, Hanna y sus hermanas. Desde entonces, me he hecho más viejo; y yo y mis películas hemos cambiado, pero hay cosas que no cambian, que siguen y seguirán igual'.
E insistió el cineasta neoyorquino en que 'cuando me preguntan, y esto me lo preguntan muy a menudo, por qué importantes estrellas de Hollywood, artistas que tienen mucho poder y salarios muy altos, se prestan a trabajar en mis películas por muy poco dinero, siempre contesto lo mismo, porque me lo dicta una experiencia muy directa del asunto: vienen porque actuando conmigo encuentran lo que no les dan en su trabajo habitual, que es la libertad. Libertad es lo único que tengo, es mi único capital. Y es un capital que me he ganado poco a poco a pulso. Y, bien pensado, creo que no merece la pena hacer cine sin libertad'.
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