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Crítica:'FOLK' | LUAR NA LUBRE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Comunión celta

Cuenta Luar na Lubre con un público infalible y entusiasta en Madrid, un colectivo bienhumorado y relativamente jovial que hace alarde de fidelidad a cada visita de los coruñeses, sin necesidad de grandes despliegues promocionales. Bieito Romero y los suyos pudieron corroborar la vigencia de esta comunión con motivo de la presentación de Espiral, el séptimo trabajo de la banda, un disco de talante continuista que acaso funcione mejor sobre el escenario que en el cuarto de estar.

Mucho ha mejorado en su directo esta formación de cinco años a esta parte, desde que un guiño del destino le permitió firmar por una multinacional y convertirse en uno de los nombres más populares del folclor que hoy se cocina en la Península.

Luar na Lubre

Bieito Romero (gaitas, acordeón), Rosa Cedrón (voz, violonchelo), Xulio Varela (bouzouki), Xan Cerqueiro (flautas), Eduardo Coma (violín), Patxi Bermúdez (bodhran, panderos), Xabier Ferreiro (percusiones), Pedro Valero (guitarras), Antonio Peña (teclados). Sala Riviera. Madrid, 11 de mayo.

El rodaje se ha traducido en soltura, convicción y un buen grado de autoestima, comenzando por el elemento más visible, la voz de Rosa Cedrón. Las afonías de antaño parecen ya olvidadas, y a la espigada cantante se le advirtió rica en matices y segura de sus posibilidades (que son muy notables) en piezas como Ancares o Hai quen di, algunas de las mejores bazas de ese nuevo álbum.

Otro que se ha ganado el aprecio de todo buen aficionado, en apenas dos años de pertenencia a la banda, es ese violinista menudo, vivaz y extraordinario que responde al nombre de Eduardo Coma. Su holgura técnica, al borde de lo insultante, constituye un capital que cualquier grupo celta bien desearía para sí. Y la sensación es la de que aún se contiene, como el que no quiere abusar.

Luar na Lubre se ha consolidado como un firme abanderado del celtismo gallego, una maquinaria hábil y convincente que sabe alternar -en la mejor tradición del género- las partes líricas con las más desenfrenadas, lo vocal y lo instrumental, la composición propia y el respeto por la tradición.

Tal vez deba reprochársele una cierta tendencia al conservadurismo, al tránsito por caminos trillados: reitera patrones rítmicos, el colorido sonoro es inferior al que cabría esperar de un noneto y se asumen pocos riesgos con las versiones (Víctor Jara, Wings, Simon & Garfunkel, el clásico irlandés Star of the county down...). Pero, con todo, el invento funciona. Indudablemente. Y acaso aún no le haya llegado el momento de afrontar mayores osadías.

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