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Crónica:Giro de Italia | CICLISMO
Crónica
Texto informativo con interpretación

La ley de Cipollini hunde a Domínguez

El corredor español pierde el liderato tras la victoria al 'sprint' del 'Rey León'

Carlos Arribas

Acababa de disputarse el Intergiro (así se llama en el Eurogiro la meta volante bonificada) y un periodista, inquieto porque veía por televisión que el pelotón se abría a todo lo ancho de la carretera y sesteaba sonriente, telefoneó a José Luis Laguía, el director del Kelme que manejaba su Mercedes a 30 por hora, a cola del pelotón. 'Pero no sé de qué te extrañas', le dijo Laguía. 'Esto es el Giro. Luego, al final, llegado el momento, cogerá Cipollini a todo su equipo, lo pondrá a 70 por hora y se acabó la historia'. La ley del Giro, la ley de Cipollini.

Cipollini, autoproclamado Rey León del ciclismo desde hace años, es el ser que el sábado, cuando estrenó su combinación de tigre (diseñada, como la de cebra que usa su equipo los días de diario, por el italiano Roberto Cavalli), pensando lucirla en lo alto del podio tras ganar el prólogo, agarró la bicicleta y empezó a darle patadas, colérico, mientras su director, al que algunos llaman su mayordomo, el veterano Antonio Salutini, intentaba calmarle. Cipollini, el tigre, había llegado 15 segundos tarde y, Cipollini, el airado, echaba la culpa a un pinchazo a mitad de recorrido. Pateó la bicicleta y prometió venganza: la rosa llegaría, con un día de retraso, pero llegaría. Así que ninguna broma.

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Llegado el Intergiro, toda su banda de cebras se puso en fila y le abrió las puertas al jefe de la manada, que se embolsó los seis segundos de bonificación. Domínguez, el valeroso ganador del prólogo, ya estaba sólo a 9s. Y todo el mundo sabía que el ganador de la etapa se llevaría 10s. Todo el mundo sabía que la etapa, la travesía de Alemania (218 kilómetros para acabar en Münster), la ganaría Cipollini. Las cosas no se moverían hasta que él quisiera. Y todo el mundo se preparó para el espectáculo.

Fue vivísimo y traicionero. 'Una emboscada', dijo Laguía. Los últimos 15 kilómetros fueron tres vueltas a un circuito urbano de cinco. Calles estrechas y curvas por todos lados. Fue el momento que eligieron los equipos alemanes (Coast, Telekom, Gerolsteitner) para exhibirse a más de 50 por hora. A tres kilómetros, ya cuando Cipollini y los suyos (Derganc, Colombo, Trenti, Scirea, Lombardi) habían dispuesto el bloqueo por delante, llegó la inevitable caída. Michele Bartoli se rompió la cadera derecha y abandonó en ambulancia. El pelotón se rompió. Por delante, 28, Cipollini y algunos sprinters, y Garzelli y Simoni, favoritos. Detrás, a 25s, los demás. Domínguez, de rosa por última vez entre ellos. La etapa la ganó, fácil, Cipollini. Y la rosa también. Es el Giro, la ley de Cipollini.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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