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Políticos y superhéroes

Políticos y editores acudieron a la inauguración de la feria

Es mediodía del jueves, falta poco para la inauguración oficial del Salón del Cómic, y en el bar de la entrada todavía están rotulando los precios. 'Ñam ñam' y 'glu glu' han puesto, alegóricos, para designar la comida y la bebida. Es un bar montado alrededor de un panel informativo con los horarios de trenes. Junto al cartel del precio de la crêpe de azúcar y mantequilla (2,10 euros; es decir, 350 pesetas) hay un monitor de televisión donde pone que a las 13.45 sale un expreso para Tortosa. El recinto está lleno de visitantes masculinos de todas las edades y de visitantes femeninas de menos de 15 años, que seguramente son de un colegio. Un spiderman no demasiado paquetón se pasea entre los visitantes, y unos seres con petos y sombreros de colores traumatizan a los niños al invitarlos a entrar en un taller. A mi lado, dos chicos hojean un cómic de la 'increíble Hulka', la novia del verdoso Hulk. A las 11.50, los de BTV ya están esperando a que llegue la comitiva de políticos, que este año sólo se retrasa 10 minutos. Veamos quién viene. Viene el concejal ponente de Cultura, Ferran Mascarell; el director general de Promoción Cultural, Vicenç Llorca, más otro director, el general del Libro, Sebastià Alzamora, con el presidente del Gremio de Editores, Josep Maria Puig de la Bellacasa. Esto por parte de las autoridades, porque por parte de los organizadores están el editor Joan Navarro y Pilar Gutiérrez, directora del salón. Empieza el paseo sin que nadie se percate. 'Fa bona pinta', dice Mascarell. Alzamora va un poco rezagado mientras lee un tebeo que le han dado. Llorca me cuenta que a él siempre le han gustado los superhéroes. Pasamos por delante de la caseta de Las Malas sin Fronteras, donde, aparte de vender el fanzine Angela Chaning Project, tienen a disposición del público camisetas donde figura: 'Descuartiza con moderación: es tu responsabilidad'. Entramos en un recinto dedicado a Spiderman donde el año pasado la combinación de lluvia y goteras dejó a los políticos empapados. En esta edición, la número 20, la gotera es casi testimonial, pero de todas formas se paran debajo de ella. 'Me gustaría hacerle dos preguntas a Mascarell, pero no por lo del cómic, por lo del Fòrum, porque hoy faltan dos años y además ha escrito un artículo', le dice un periodista al jefe de prensa. El jefe de prensa le contesta que de acuerdo. Me paro un momento en la caseta de El Víbora para hablar con su editor, Josep Maria Berenguer. Me cuenta que el sector va mal. En la década de 1980 se vendían hasta 40.000 ejemplares de la revista, porque ser moderno era leer cómics, y ahora venden bastantes menos de la mitad. 'Lo que es moderno en 2002 es Internet. Antes en los transportes públicos se leían cómics, y ahora se juega con el móvil'. Me recomienda que me fije en lo que hacen los de las editoriales Sinse Ntido y Astiberri.

A la una y media termina la visita política. 'Este año no hay declaraciones ni discursos', me dice Vicenç Llorca con cierta nostalgia, 'pero vaya, la declaración es esta. Que es estupendo'. Salgo a la calle con The Angela Chaning Project de las Malas, Los amores de Juan Eclipse, de Miquel Zueras, y Hombres alterados, de Álvarez Rabo, bajo el brazo. ¿Cómo voy a leer en el transporte público con la huelga de autobuses que está cayendo? En los balcones hay pancartas alusivas a las ruinas y la biblioteca del Born. Pero, ¿dónde están, mientras tanto, todos los libros que irán al Born? ¿Dónde los guardan?

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