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'Dibujar cómics es un oficio para gente de pocas luces'

En el último número de la revista El Víbora, nuestro admirado dibujante Álvarez Rabo dice que abandona su profesión, después de '15 años haciendo el idiota en el mundo del cómic'. Sólo reconsiderará su postura si se produce 'alarma social' y para él, 'alarma social' son 1.000 cartas de apoyo incondicional (no acepta e-mail, que considera 'de fácil ejecución y poca implicación emotiva') enviadas antes del 11-S, 'aniversario del golpe de Estado de Pinochet'. Deben ser remitidas a la redacción de El Víbora, TMEO, Karma Dice y El Cretino. Hagámoslo.

Pregunta. Señor Rabo, ¿por qué quiere irse?

Respuesta. Me da mucha pena, pero mi falta de conexión con la sociedad es evidente. Mis dos hijos se hacen mayores y ¿cómo les puedo decir 'no hagas esto' si ven mis dibujos? Trabajo a escondidas cuando no están, y hasta me avergüenza llevar El Víbora debajo del brazo o hacer las fotocopias para mandar las páginas a las revistas. Me he comprado un escáner para no ir.

P. Dice usted que cada carta escrita por una mujer valdrá por dos.

R. Sí. A los del Karma Dice les parece demagógico, pero es una valoración del voto que yo hago: para mí el voto femenino es más importante. Hubiera puesto que vale por 10, pero habría parecido que quiero conseguirlo.

P. ¿Lee cómics?

R. Nunca me han interesado demasiado. Sólo leo lo que publico, y a veces lo de Mauro, Miguel Ángel Martín, Tamayo o Roger... Si un cómic tiene más de una página tiene que atraerme mucho.

P. Con el tiempo, ¿ha cambiado su manera de dibujar?

R. No. Mi técnica ya es suficientemente perfecta. Mi evolución se materializa en que lo que antes hacía en cuatro horas ahora lo hago en una. Soy dependiente de El Corte Inglés, en Bilbao (en la sección de Deportes, Caza y Pesca), y no tengo mucho tiempo.

P. ¿Hay impostores en el cómic?

R. No, porque ser dibujante de cómics es una de las mayores estupideces. En el cómic se trabaja mucho pero a diferencia, por ejemplo, del cine, el resultado económico es nulo; por eso es un oficio para gente de pocas luces.

P. Aparte de Japón, habrá algún lugar donde los dibujantes se ganen la vida.

R. En Francia hay una industria. Aquí la única revista profesional es El Jueves. Intenté que me contrataran, pero no quisieron. Y eso que yo, por dinero, me limo las uñas, los dientes y hasta me quito el segundo apellido. Hasta hablaría de Operación Triunfo, del botellón y de la violencia en el fútbol. También me gustaría trabajar en el EPS como Maitena. Mi último trabajo, con su permiso, se llama Hombres alterados. Pensé: 'Si ella ha vendido 40.000 ejemplares de Mujeres alteradas igual se me pega algo.

P. ¿Y nunca ha tenido un trabajo bien pagado?

R. Me llamó el productor Andrés Vicente Gómez para hacer un proyecto con Mariano Ozores. Hicimos un guión y cobramos, pero no salió. Yo camino por los márgenes, pero estoy deseando ser asimilado como Almodóvar o Mariscal.

P. ¿Le han censurado alguna vez?

R. Sí, en 1992, hubo un cómic que subvencionaron los del Ministerio de Asuntos Sociales. Mi historia se llamaba El increíble hombre de la polla menguante, una cosa inocente. También me censuraron el cómic Terrorista por amor que es la historia de uno del Opus Dei que se hace terrorista por una chica y se dedica a poner cruces bomba. Yo siempre hago un sándwich con la religión, la política y el sexo. Es explosivo.

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