La noche de las pelucas naranjas
Los jugadores del Valencia celebran el título en una discoteca de Benalmádena, y Kily González sospecha que el club lo quiere traspasar
El centrocampista uruguayo Gonzalo de Los Santos, de 26 años, ejerció de pinchadiscos en la noche del domingo al lunes, en una discoteca de Benalmádena (Málaga), mientras sus compañeros del Valencia retorcían el esqueleto en medio de la pista para celebrar el quinto título de Liga de la historia del club. A la cita acudió, por supuesto, el presidente, Jaime Ortí, apasionado de la noche y del mundo discotequero: posee varios de estos negocios en la ciudad de Valencia.
Pero la edad no perdona. Y Carboni y Angloma, a punto de los 37 años, se recogieron pronto puesto que pretendían reservar fuerzas para la gran celebración del lunes en Valencia. Antes, el lateral izquierdo italiano se colocó una peluca naranja y saludó a cuanto aficionado se acercaba a felicitarlo. A Carboni le encanta le gente. Incluso el ex presidente del club y máximo accionista de la entidad, Paco Roig, que recibió palabras de agradecimiento del italiano: '¡Éste es el señor que me trajo a Valencia!', dijo a voz en cuello el zaguero, que ha vivido en Mestalla, desde que llegó, en 1997, la mejor etapa de su carrera deportiva.
'Quiero estar fresco para mañana [en alusión a ayer lunes]. No pienso perderme nada', decía Carboni, de cháchara con su gran amigo Angloma, asombrados ambos de que su ex técnico Héctor Cúper hubiese perdido otro gran trofeo en el último momento. 'Es la quinta final consecutiva. Cúper debe estar hundido', comentaron.
Todos los jugadores querían sentirse partícipes del éxito. Lo han sido en mayor o menor medida. También Angloma, que pese a haber disputado solamente dos partidos en toda la Liga, ensombrecido por irrupción de Curro Torres, no se le ha oído una queja en todo el ejercicio. O el portero Palop, que disputó seis encuentros, el tiempo que estuvo Cañizares lesionado en una costilla, sin que el equipo acusara la baja.
Tras el partido, los jugadores del Valencia convirtieron el agua de la ducha en el principal argumento de la jarana. La recogieron en cubos y los lanzaron sobre los periodistas y los camarógrafos que se asomaron por las puertas del vestuario, ocasionando daños cuantiosos en algunas de las cámaras. Con todo, Canal + pudo captar algunas imágenes del vestuario.
El Valencia se ha convertido en los últimos cuatro años en un club muy apetecible para los futbolistas. 'Antes, ibas a por un jugador y no quería venir. Ahora, se amontonan', señaló el directivo Ramón Aznar, pensando ya en el Valencia de la próxima temporada. 'No podemos desmantelar este equipo, sino apuntalarlo', añadió.
De hecho, Kily González no quiere abandonar el Valencia por mucho que el club trate de traspasarlo desde el pasado verano. Además, el técnico, Rafa Benítez, no le dio al argentino ni un solo minuto en la señalada cita de Málaga, lo que fue interpretado por González como una invitación a salir del club. Las relaciones del interior zurdo con el entrenador nunca fueron fáciles. El jugador argentino, sin embargo, cuenta de su parte con el favor de la hinchada, que le profesa un cariño especial. El club sabe que su traspaso sería antipopular. Otro jugador que no quiere marcharse de ninguna manera es Salva Ballesta, que ha rendido por debajo de lo esperado (ha marcado cinco goles). El club ha pensado en traspasarlo para poder fichar a otro delantero centro: los directivos hablaron del uruguayo del Málaga, Darío Silva.
El Valencia también pretende utilizar como moneda de cambio a otro delantero uruguayo, Diego Alonso, que se ha revalorizado jugando cedido este curso en el Atlético.
Mientras, el lateral derecho Curro Torres, uno de los más exultantes, todavía le daba vueltas a la jugada más polémica del choque ante el Málaga: el gol de Fabio Aurelio que tardó cinco minutos el árbitro, Pérez Burrull, en dar como válido. 'Dio gol porque un periodista desde la grada le dijo que por televisión no era fuera de juego', explicó el defensa de origen granadino nacido en Francia.
La sonrisa de AImar
Tras la cena de rigor, los futbolistas, enfundados en una camisa blanca conmemorativa del título, se fueron reuniendo en la recepción del hotel para preparar la fuga a una discoteca de Benalmádena. Entre ellos, Pablito Aimar, que se caló una gorra blanca que le hacía prácticamente irreconocible. No pudo el tímido Pablito borrar en toda la noche la sonrisa de felicidad de su boca.
La alegría le salía a borbotones a David Albelda, que celebró la juerga con la misma contundencia con la que juega. 'A pesar de que he disputado muchos partidos, estoy muy bien físicamente', dijo Albelda tras abrazarse llorando a su hermano mayor Pepe, un futbolista modesto del Gandia, en Tercera División.
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