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Columna
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Lenguas

Los analistas políticos que en las últimas semanas han tratado de explicar por qué el auge de la extrema derecha en Europa coincide con el encarcelamiento de Jesús Gil en España pasan por alto que Le Pen habla mucho mejor que su trasunto español. No digo que a Jesús Gil lo hayan metido en la cárcel por quebrar las leyes de la sintaxis; digo que habrá que esperar a que aparezca entre nosotros alguien que sepa expresar con elegancia la tosquedad del pensamiento fascista para saber si España sigue siendo la reserva espiritual de Occidente.

La Junta de Andalucía se ha dado cuenta del potencial peligro que supone para la democracia el dominio de la lengua por parte de los ciudadanos, y de un tiempo a esta parte no duda en fomentar la incompetencia lingüística como eficaz antídoto contra el fascismo. Algún día, por ejemplo, habrá que reconocer la abnegada labor de Canal Sur, que con los voluntariosos regionalismos de sus locutores e invitados ha hecho posible que ese brillante orador que necesita la extrema derecha española no pueda salir jamás de tierras andaluzas. Fíjense si habrá sido eficaz esta estrategia que el Consejo Consultivo de Andalucía ha informado desfavorablemente sobre el anteproyecto de la Ley del Suelo no porque contenga artículos inconstitucionales, sino porque está plagado de 'términos inadecuados, defectos de acentuación, discordancias de género y número, omisión de algunos signos de puntación y alteraciones del orden lógico de los elementos de la oración'. Gracias a esta audaz política podemos estar seguros de que el futuro renovador de la retórica fascista no trabaja hoy en la Consejería de Obras Públicas y Transportes.

Y tampoco saldrá de nuestras escuelas, por más que el Programa de Anticipación Lingüística, diseñado por la Consejería de Educación para que los alumnos de tres años aprendan un segundo idioma, pudiera indicar lo contrario. Reconozco que me dio un vuelco el corazón cuando leí el titular en este periódico: Unos 34.000 niños menores de ocho años recibieron clases de idiomas el curso pasado. 439 centros ofrecen el plan de anticipación lingüística para infantil y primer ciclo de primaria. Pensé en una conspiración tramada por la extrema derecha para obtener, aunque fuera en otro idioma, la competencia lingüística que necesita para el renacimiento de su líder. Pero en seguida me tranquilicé. No es que la Consejería de Educación haya decidido implantar obligatoriamente la enseñanza de idiomas en el ciclo infantil, dotando a los colegios públicos del dinero y el profesorado necesarios. Afortunadamente no es así. El Programa de Anticipación Lingüística es un farol: ni está previsto proveer de material a los centros, ni se contempla la contratación de maestros adicionales para esta labor. Se supone que un programa semejante, voluntario y sin ayudas económicas, está abocado al fracaso; y sin embargo yo no acabo de tenerlas todas conmigo. Se ha encomendado la supervivencia de dicho proyecto a los maestros vocacionales que quieran llevarlo a cabo, y esto siempre es peligroso. Conozco a muchos de ellos, y sé que pese a todas las trabas son capaces de sacarlo a flote.

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