Matías Tejela, salvado
Llegó el tiempo apacible a la miniferia, el trato si quieres cortesano del público entre sí en los tendidos, el olor a tardes de gloria que hasta el mayor pesimista, espera cada día que va a los toros. Pero fallaron precisamente esos toros de trapío, casta y bravura, en este caso novillos, y se vino abajo un tinglado que, a ratos, fue farsa, antigua como el mundo. Y todo porque los novillos de El Puerto de San Lorenzo dejaron muchas dudas en el ambiente. Fueron manejables, incluso dóciles, pero muy flojos, sin nervio y con la casta justa. Y todo hay que decirlo, los espadas no estuvieron muy inspirados. Salvo Matías Tejela.
El chaval residente en Alcalá de Henares y nacido en Valencia de Alcántara, se trajo consigo una disposición de novillero, ambición y un runrún en la cabeza de que a las Ventas se viene a dar la cara. Y no dejó pasar la oportunidad de intervenir en quites, y buscarle las vueltas a los flojos novillos que le correspondieron en el sorteo.
En su primero dejó anotadas alguna verónica suave y llevó al caballo el novillo, en lances de delante por detrás, que aportaron ajuste y marchosería. En el segundo tercio resultó cogido su peón Francisco Villaverde, que hacía de tercero, tras intentar prender un par de banderillas con demasiadas dudas, tal que a guisa de sobaquillo, y a merced del novillo que lo esperó con la cara alta. Sufrió una voltereta y pasó a la enfermería por su propio pie. Padece contusiones de pronóstico reservado.
Tejela se paró con ese su primero y en verdad le administró una faena de muleta en la que hubo pasajes de temple y gusto, sin llegar a redondear faena, que resultó irregular y dispersa. Resaltaron unos ayudados finales de muleta plana y templada.
Fue en el sexto cuando Matías Tejela, a la par que seguir demostrando su intensa disposición, puso todo de su parte para que si no embestía el novillo, iba y lo hacía él mismo. Lo recibió entre las rayas del tercio de rodillas, por verónicas, que una vez erguida la planta tuvieron el sello del buen toreo. Dejó en suerte ante el caballo a Playero, a base de un galleo por chicuelinas de mucho sabor. Intentó a continuación un quite por gaoneras, y el novillo perdió las manos, las fuerzas y alguna cosa más. Se pidió con fervor la devolución del espécimen, y el presidente hizo caso omiso a la plebe, y lo mantuvo en el ruedo. Tejela se centró en una faena de muleta corajuda, otra vez desigual, mas templadilla a trazos, siempre la entrega por delante; sin poder ligarla y con muletazos variados, calentitos y las más de las veces interpretados con gusto. Incluso diríamos en una amalgama de personal factura. Acertó a matar al segundo envite, en una estocada de buena ejecución y lento empuje, y se llevó una solitaria oreja.
Sus compañeros de cartel le dejaron solo ante el peligro. El del éxito. Pues dispusieron también de novillos manejables, incluso nobles, de fuerzas contadas y de invalidez al borde del abismo. Y secundaron actuaciones grises y desnortadas. Se supone que no era esa su intención.
Martín Quintana en su primero practicó el destoreo, siempre fuera de cacho y el remate del muletazo por el extrarradio Y estuvo más centrado en su segundo, en donde dibujó muletazos de buena catadura. Sin cuajar.
Luis Rubias en su primero, el sobrero del Navalrosal, practicó un toreo eléctrico. Y en el quinto lo intentó, sin conseguir lucimiento. Una mala tarde la tiene cualquiera, y aprender es misión de los que empiezan. Otra vez será.
Y para otra tarde quedan los faenones y los toros bravos. La inspiración de quien la ha perdido, y las polémicas de los mejores días. Vaya ruina de Puerto. Parecían novillos hechos para las figuras. Al buen entendedor. Etecé.
Babelia
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