_
_
_
_

El juez rectifica y suspende el desalojo de la masía Can Masdeu

La fiscalía pidió a la fundación propietaria de Can Masdeu que retirara la denuncia

Primero el derecho a la vida que el de la propiedad. Con ese argumento indiscutible, el magistrado Josep Maria Miquel, titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Barcelona, anuló en la tarde de ayer la orden de desalojo de la masía Can Masdeu que él había acordado el pasado martes y que provocó que 11 integrantes del colectivo okupa se colgaran de la fachada para evitarlo.

Seis de ellos permanecían ayer en esa situación y para evitar males mayores el juez decidió dar marcha atrás. 'Un sentido lógico de proporcionalidad nos indica que es preferible ceder o sacrificar, aunque sea sólo provisional y transitoriamente, la ejecución de la justicia penal que exponer a las personas a un riesgo para su integridad física', asegura el juez en su resolución.

Los jóvenes esperan que la Fundación Hospital de Sant Pau reconsidere su postura
Más información
'Ha sido muy duro, aunque el apoyo era impresionante'

En otro apartado razona que también anula el desalojo porque no existen medios mecánicos para hacer bajar a los okupas sin que se corran riesgo y porque cada vez se agrava más el estado físico en el que se encuentran, pues llevaban más de dos días sin beber ni comer nada y soportando la lluvia. Expone el juez que se le plantea la disyuntiva de elegir entre el derecho a la vida de los okupas o el de la propiedad que reclama la fundación titular del edificio. 'En la colisión de ambos derechos tiene que prevalecer, sin duda, el derecho que en una escala de valores constitucionales alcanza la cota más alta, atribuyendo esta preeminencia al bien más preciado, que es el de la vida', señala.

La situación de los okupas, agravada desde que en la madrugada de ayer comenzó a llover y a hacer frío, se volvía cada vez más insostenible y provocó por la mañana una oleada de reacciones de solidaridad con los jóvenes, peticiones al Ayuntamiento de Barcelona para que ejerciera de mediador en el conflicto y protestas contra la actitud de la Fundación Hospital de Sant Pau. Incluso la fiscalía de Barcelona solicitó al juez de instrucción que archivara el caso.

Finalmente, sobre las siete de la tarde, el juez comunicó su decisión de retirar la orden de desalojo. La noticia comenzó a correr en voz baja entre las personas congregadas frente a Can Masdeu. Pero querían estar seguras y constatar que la policía se retiraba antes de comunicar la decisión judicial a los okupas. No fue necesario. Cuando vieron que los agentes rompían el cerco policial y se dirigían hacia sus furgonetas, hubo un momento de silencio e inmediatamente estallaron los gritos y los aplausos. '¡Podéis bajar!', gritaban los concentrados, que enseguida invadieron la casa para ayudar a los okupas a descolgarse.

Tras los abrazos, los jóvenes comieron y bebieron por primera vez en casi 60 horas. Algunos de ellos solicitaron a los servicios médicos de emergencias un reconocimiento. El diagnóstico: deshidratación, agotamiento e hipotermia. La temperatura corporal de uno de ellos era de 35 grados.

Los okupas consideran que la retirada de la orden de desalojo es el primer paso para que la Fundación Hospital de Sant Pau reconsidere su postura y retire la denuncia que presentó en su día. Un portavoz del colectivo okupa daba anoche por seguro que esa rectificación se producirá y que el asunto pasará a la justicia civil. 'Así será más fácil el acuerdo entre las partes', aseguró. Mientras tanto, el Ayuntamiento de Barcelona se felicitó de la decisión del juez y reivindicó, a través de un portavoz, el papel de mediador que ha ejercido en este caso. 'Las partes se sentarán en muy poco tiempo a negociar', aseguraron las mismas fuentes.

Para la tarde del próximo sábado los okupas han convocado una manifestación en la plaza de Llucmajor de Nou Barris, y al terminarla decidirán si aceptan o no entrar en un proceso negociador con la fundación del hospital, de la que forman parte el Obispado de Barcelona, la Generalitat y el propio Ayuntamiento.

Ayer mismo, la fundación, que también es propietaria de los terrenos que rodean Can Masdeu, rompió su silencio y en un comunicado emitido a mediodía aseguró que el edificio nunca ha estado abandonado y que pretende reformarlo. 'Desde hace más de dos años se está trabajando en un proyecto de rehabilitación' del inmueble para que 'pueda convertirse en un centro social, que supondrá dotar al barrio de nuevos equipamientos comunitarios', reza el comunicado, aunque no facilita más detalles ni concreta los plazos de realización de las obras.

En la mañana de ayer, el primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, Xavier Casas, explicó que está previsto que una parte de los terrenos que rodean Can Masdeu se conviertan en un nuevo acceso al parque de Collserola y un punto de información. El resto se venderá a un operador privado para que albergue un equipamiento formativo o sociosanitario.

Los okupas de Can Masdeu se mostraron indignados al conocer el comunicado de la fundación. 'Cuando llegamos en diciembre, la casa estaba hecha polvo y tuvimos que limpiar, apuntalar y tapar goteras por todas partes. ¿Cómo se explica que se encontrara en ese estado si estaba siendo rehabilitada?', se preguntaban.

Can Masdeu es una antigua masía del siglo XVII situada en un torrente que lleva el mismo nombre y que tiene la peculiaridad de combinar la clásica vegetación de la montaña de Collserola con especies típicas de zonas húmedas. En total, el paraje ocupa 400.000 metros cuadrados de masa forestal. Durante el medio siglo que la antigua masía ha permanecido inutilizada, su entorno ha pasado casi inadvertido, pese a estar a menos de 500 metros de la ronda de Dalt. Así, el paraje ha recibido únicamente la visita de ciclistas y practicantes de footing, además de la de los vecinos de Canyelles en los días festivos.

Hasta la década de 1950, Can Masdeu albergó una leprosería que dependía del Hospital de Sant Pau. Los vecinos del barrio de Canyelles que estos días se han acercado a mostrar su apoyo a los okupas, recordaban cuando subían por el camino de Sant Llàtzer a comprar la verdura que se plantaba en los huertos que había frente al edificio. 'De estos huertos he comido cebollas y patatas', contaba ayer una vecina señalando los terrenos. 'A ver si se quedan los okupas y podemos volver a subir', añadió.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_