Basta con el texto
Pensaba, al salir del teatro, por qué estas personas reunidas en compañía no hacían cosas más fáciles: algo de los Quintero, un Buero, un Benavente. Comprendí pronto que no: cuando se dirige sin fuerza y se interpreta con tópicos, es mejor un texto de Shakespeare, que siempre sobresale, y se escucha con emoción; y con una construcción de obra donde el folletín de locos, asesinados, espadachines, amores destruidos, sorpresas y un final, o una resolución que promete salvarlo todo, se eleva por encima del género y alcanza una calidad literaria dramática de primera categoría. Dicen los ingleses que es muy difícil hacer mal a Shakespeare, y aunque aquí superen esa dificultad, Shakespeare gana la partida.
Hamlet
De William Shakespeare. Versión de Moratín (1798) adaptada por Ana I. Flores Díaz. Intérpretes: Juan Carlos Naya, Ramón Serrada Yagüe, Franziska Ródenas, Ania Iglesias, Maximiliano Márquez, Jesús Prieto, Néstor E. Lahuerta, Ignacio García Bustillo, Luis López, entre otros. Escenografía y figurines: Ania I. Flores. Dirección: Philippe Ch. Garçon y Juan Carlos Naya. Teatro Bellas Artes. Madrid.
El conjunto
No me refiero en lo crítico o molesto a Juan Carlos Naya, que tiene la suficiente fuerza teatral como para realzar al pobre Hamlet, ni a alguna que otra gran voz o buena actitud, sino al conjunto.
Tampoco querría excluir a Ofelia, a Ania Iglesias, excepto en la razón de que no se parece en nada a la idea general del personaje: es menos niña, menos tímida, menos dulce, más alta. En esta actriz que puede hacer muy bien otras cosas encuentro un misterio mirando el programa: no sé si es la misma que ha hecho la adaptación del texto de Moratín -que suena bien-, la que ha diseñado la escenografía y ha hecho los figurines, o es que hay una clonación o una extensa familia. Repito, como actriz podría hacer muy bien a Buero, Benavente o Pemán, pero no es Ofelia: los figurines son (de quien sean) corrientes, y el decorado, malo y barato.
Pienso que en este error hay una culpa directa de la dirección de Naya y Garçon, en la producción y en la elección de la obra. El sábado, la interpretación fue apresurada; aun así duró tres horas, lo cual revela que no han cortado tanto como se podría temer: el público fue respetuoso y aplaudió el trabajo de todos.