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PSPV: se acabaron las excusas

La nominación del candidato socialista a la presidencia de la Generalitat para las elecciones del 2003 año ha tenido un rotundo ganador: Joan Ignasi Pla. Es él, pues, quien debe encabezar la recuperación electoral tanto tiempo retrasada del PSPV, un partido que, tras coordinar el proceso democrático más radical de transformación de la sociedad valenciana, agotó sus propuestas y se adentró en una espiral de enfrentamientos internos, ante el indisimulado regocijo de la derecha y el estupor de la mayoría de los ciudadanos.

Aunque no sea el momento de referirse al pasado, a estas alturas debería tenerse claro que lo ocurrido entre nosotros no es explicable sólo por comportamientos individuales o de facción. Comprender el descrédito del socialismo valenciano, muy superior al de otras federaciones mucho más afectadas por los escándalos de la última etapa del PSOE en el poder, obliga a tener en cuenta, sobre todo, la confluencia entre 1) algunos intereses dentro del propio PSOE por anular la fuerza de su segunda federación, 2) el completo agotamiento de las propuestas de gobierno del PSPV ante su incomprensión de la sociedad que tanto contribuyó a crear y 3) el poder otorgado dentro de éste a grupos que patrimonializaron, y todavía intentan patrimonializar, la organización como si de un elemento más de su propiedad se tratara.

Como acabo de señalar, sin embargo, no es momento de analizar el pasado por más que sin comprenderlo será difícil evitar que vuelva a repetirse: es hora de hablar del futuro. Y a Joan Ignasi Pla no es tiempo lo que le sobra ni decisiones a adoptar las que le faltan. En las sociedades democráticas avanzadas, la credibilidad no se recupera de la noche a la mañana. A poco más de un año de las elecciones, lo conseguido desde el congreso de Alicante no puede oscurecer lo mucho que falta por hacer. Quizá no sea tampoco irrelevante tener en cuenta que la victoria electoral no es nunca resultado del éxito en convencer a los ciudadanos de que el programa del adversario está agotado y que su gestión no beneficia a la mayoría: es el fruto de persuadir a ésta de que con el cambio de gobierno, con el apoyo a la candidatura que se encabeza, aumenta la seguridad de un futuro mejor.

Para lograr este objetivo son muchas las iniciativas que el PSPV tendrá que adoptar y no pocas las tentaciones que deberá evitar. Tantas que es imposible enumerarlas aquí. Pero entre las últimas no me resisto a mencionar el complejo de superioridad que sigue presente en buena parte de sus integrantes tan pernicioso como la tendencia de atribuir todos los éxitos del PP -con su correlato en el escaso brillo propio- al control de gran parte de los medios de comunicación. La derecha valenciana, como la española, no es más derecha que la de otros países de Europa. Que muchos, o algunos, pensemos que a medio plazo los valencianos, como ahora los británicos, acabaremos pagando muy caro las consecuencias de un gobierno conservador, no altera su innegable capacidad para lograr el apoyo ciudadano.

En cualquier caso, y volviendo al PSPV: se quiera o no se quiera la responsabilidad de las decisiones a adoptar recae sobre el recién nombrado candidato. Cuando finalice el proceso electoral del próximo año, será él quien reciba los elogios, pero también todas las críticas según cual sea el resultado. De ahí que la primera tentación que debiera rechazar sea la de convertirse en un emperador desnudo, como el que magistralmente relatara en 1837 Hans Christian Andersen, proclive a aceptar el interesado halago, meramente coyuntural, de quienes hasta ayer mismo no le concedían la más mínima posibilidad de supervivencia política.

Hasta ahora el esfuerzo de Pla se ha concentrado en superar la imagen pasada de un partido dominado por los enfrentamientos internos. Su evidente éxito en esta tarea, no debiera llevarle a ignorar que establecer una nueva relación con los ciudadanos y recuperar su confianza es una tarea radicalmente diferente. La estructura social del País Valenciano tiene poco que ver con la composición interna del PSPV el cual, desde los ya lejanos tiempos de Carmen García Bloise, ha fracasado una y otra vez -y no por casualidad- en el intento de abrirse a la ciudadanía. Su excelente conocimiento del quién es quién en la organización que lidera, le dota de capacidad más que suficiente para saber en qué medida algunos de quienes le van a reclamar ahora la cohesión interna como el principal activo a ofertar, están dispuestos a aceptarla si no se anteponen sus propios intereses a los de esa nueva política imprescindible para recuperar al electorado. Esa nueva política exige un contacto permanente con los ciudadanos y es la única garantía que tiene Pla para mantenerse como líder del PSPV. A este respecto le debiera también ser evidente que la unidad es una condición necesaria pero no suficiente para el éxito electoral. Y en ningún caso debiera ser moneda de cambio frente al chantaje de quienes no están dispuestos a que nada cambie.

Así, de forma recurrente se viene repitiendo el argumento de que, en el PSPV, el perfil de los candidatos es secundario. La composición de las listas, como quien las encabeza sería irrelevante por cuanto el determinante básico del comportamiento electoral sería el clima político en el conjunto de España, o las propias siglas PSOE. Craso error. La situación política española influye, y mucho, en las elecciones en el País Valenciano. Pero el porcentaje de recuperación, o descenso, del apoyo ciudadano respecto a la media está en función directa de la credibilidad de las propuestas de los candidatos, y en función, a su vez, de sus trayectorias. Y es en la cuantía positiva de ese porcentaje en donde Joan Ignasi Pla se lo juega todo.

Defender la necesidad una nueva política no supone apoyar ningún tipo de aventurerismo. Supone reconocer que el cambio social obliga a una plasmación de los valores en propuestas de acción distintas y a unas formas de articulación del contacto con los ciudadanos también diferentes. La tensión entre las diferentes formar de entender la política que conviven dentro del PSPV exige, sin duda, no poca habilidad y capacidad de persuasión por parte de Pla para convencer a todos de que es necesario apostar por quienes representan el futuro. Pero caer en la tentación de una presunta neutralidad entre el pasado y el futuro lo único que garantiza es el fracaso.

Acabadas las primarias, pues, se acabaron las excusas para renovar contenidos, mensajes y actitudes, lo que afecta necesariamente también a las personas. Ya no hay disculpas para poner en práctica una nueva política que demuestre decididamente que las preocupaciones y los problemas de los ciudadanos son el elemento central, único, de la acción de la socialdemocracia valenciana. Lo contrario es asegurar ya desde ahora, cuatro años más de gobierno conservador. Y lo que es mucho más importante: reducir todavía más las posibilidades de un futuro mejor para todos los valencianos.

Jordi Palafox es catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Valencia.

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