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Columna
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Los judíos

Los judíos son una gente maravillosa. Ningún otro pueblo ha aportado tanto a la historia colectiva de la humanidad siendo relativamente tan poco numeroso. Si confeccionáramos una lista con los más grandes científicos, filósofos y creadores que ha habido en el mundo, constataríamos que el número de judíos es espectacular. Lo intenta explicar el escritor Stefan Zweig, también hebreo, en su hermosa autobiografía (El mundo de ayer, Ed. El Acantilado); él dice que esto sucede porque, en el universo de valores judío, los logros del espíritu ocupan el lugar primordial; y añade que no hay nada tan importante para ellos como el arte y el pensamiento. Como la raza no existe (la ciencia ha demostrado que no hay diferencia genética apreciable entre negros y blancos, entre hebreos y árabes), la superabundancia de genios judíos tiene que deberse a factores educacionales y circunstanciales, de modo que Zweig debe tener razón. Aunque creo que también ha influido su cosmopolitismo; el hecho de que han vivido repartidos en decenas de países y han sido al mismo tiempo alemanes y judíos, franceses y judíos, supranacionalistas, en realidad, ciudadanos del mundo. Con ello se libraron de las anteojeras del nacionalismo, que en su versión más pedestre achata definitivamente la sesera, cuando no conduce a algo más grave. 'He visto nacer y expandirse ante mis propios ojos (...) la peor de todas las pestes, el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea', escribía Zweig en 1941, en pleno horror nazi (y al año siguiente se suicidó).

Todo esto viene a colación de otro horror evidente, la brutalidad homicida de Sharon, que no sólo está masacrando a los palestinos, sino que además está traicionando el legado humanista de su propio pueblo. Cuando el jefe de un Estado actúa de manera criminal (y peor aún si es una democracia), todo el sistema se corrompe. Incluso las víctimas se envilecen, y ésa es la mayor miseria que trae el terror: hoy el 78% de los palestinos de Gaza están a favor de los kamikazes, cuando hace cinco años sólo una minoría apoyaba esa salvajada. Y eso es culpa de Sharon y del sionismo. Del ultranacionalismo israelí, en fin, que está pervirtiendo y ensangrentando la gloriosa historia errante de los judíos.

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