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Columna
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Normalidad

Se cumplieron las cuatro semanas que, según los cánones, dan sentido a la ciudad. Hasta un príncipe ha sido huésped de su Feria, paseando en coche de caballos, entre los dos rostros del socialismo andaluz y sevillano. Pasó un mes de abril, como diría un tipo tradicional, superior. Ahora sólo queda volver a esa normalidad de los días que nos llevará hasta el largo y ardiente verano. Un verano que se presenta de nuevo colmado de noticias de pateras, tráficos ilegales de personas, ahogados en las playas tarifeñas, voluntarios generosos con madres africanas que, con sus niños colgados del pecho, apostaron un día por dar el salto a otra forma de vida. De nuevo nos topamos con los inmigrantes en nuestros medios. En la última década nunca nos han dejado, por mucho que deseemos ignorarlos o no presentarlos al Príncipe de visita. Ninguna asociación de inmigrantes ha podido saludar al futuro rey español; pueden trabajar a destajo y aportar su sudor destinado al PIB andaluz pero el futuro titular de la monarquía española no puede escucharles ni darles la mano. Normalidad.

María del Mar Moreno, vicesecretaría general de los socialistas andaluces, ha estado en El Ejido preparando las futuras elecciones municipales. Allí, delante de sus militantes, ha afirmado que 'en el futuro El Ejido necesita un grupo municipal progresista, preocupado no solamente del desarrollo, sino también del bienestar y de la calidad de vida de los ciudadanos'. ¿Quién medianamente sensato no va a compartir esa afirmación? Pero una cosa son las palabras y otras los hechos; y hechos pueden ser los que aporta el reciente estudio de la Universidad de Almería que dice que en El Ejido, ese municipio que pretende reconquistar el PSOE, nueve de cada diez habitantes cree que la llegada de inmigrantes marroquíes ha aumentado la inseguridad, sobre todo entre las mujeres. Con ese caldo de cultivo, que no dudo que responde a una realidad compleja y peculiar, es casi imposible proyectar un programa progresista y con calidad humana. Porque una cosa es el papel y otra la calle. Me temo que, por desgracia, lo seguirán teniendo duro los que propongan actuaciones solidarias y dignas para el colectivo magrebí de El Ejido.

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